Los de Pellegrini prolongan su septiembre dulce ante un Real Betis incapaz de sobreponerse a la expulsión de su portero en el minuto diez. Resultaría injusto valorar la actuación de ambos equipos sin tener en cuenta este decisivo lance, pero es difícil imaginar a los de Heliópolis plantándole cara a este Málaga. El Betis, histórico antagonista regional, acabó sucumbiendo no sólo ante las adversidades sino ante una escuadra, hoy por hoy, más poderosa que la suya.
Realmente, mi artículo empezaba diferente: “Tedio y barro…”. ”El Málaga ofrece su versión más plomiza e ineficaz en un partido como el día, gris, donde las alertas por lluvia se transformaron en alertas por…” Saviola para Eliseuuu… Penalti. Borra, borra, borra…
El encuentro, realmente, comenzó tal que así. El Betis comenzaba a sentirse más que a gusto con el esférico hasta que a los diez minutos Saviola, con un magnífico pase a las espaldas de los centrales, conectó con Eliseu en la frontal para que pudiese batir a Casto. El portugués, de gran y potente zancada, superó al arquero con un leve toque de puntera que lo capacitaba para resolver a puerta vacía. O para ser arrollado. Esto último ocurrió irremisiblemente y el colegiado, Álvarez Izquierdo, convino señalar pena máxima (doble): penalti y expulsión. Pudo ser amarilla.
Y como era doble la pena bética, y como era máxima, se encontraron sin su segundo portero. Fabrizio no fue convocado por decisión técnica de Pepe Mel, asi que al debutante Adrián San Miguel le tocó la papeleta de intentar atajar el disparo de Joaquín desde los once metros. El del Puerto de Santa María no tuvo piedad en la ejecución ante su ex equipo, engañando al bisoño guardameta para anotar el primero de la cuenta malaguista. Tampoco la tuvo durante el resto de la primera parte, o al menos durante los 60 minutos de oxígeno que tiene por partido, pues el gaditano hizo un partido de bandera, encarando y driblando como antaño, auspiciando múltiples llegadas desde su banda.
El Málaga se encontraba a gusto sobre el terreno de juego, y parecía que la inferioridad numérica verdiblanca iba a ser definitoria. Fueron cuatro goles al final pero pudieron ser más. El esquema de juego móvil del “Ingeniero” engranó a la perfección, ofreciendo un fútbol vistoso y ágil, al primer toque, con movimientos constantes y múltiples ayudas, que encandiló a los valientes que apostaron por fútbol antes que por manta.
El valor fundamental del atractivo juego malaguista radica, por esencia, en la fortaleza y creatividad de su centro del campo. Cuando tienes a un jugador como Toulalan tienes las espaldas cubiertas, como tener un hermano mayor. Pero si el galo está indispuesto, Pellegrini tiene la suerte de haber resucitado para el fútbol a Ignacio Camacho, que parecía haber frenado su progresión en seco. Esta temporada, a los mandos de un Málaga más necesitado, ha aportado el extra de concentración y rigor que se le exigía al madrileño desde que empezó a ser promesa en el Atlético de Madrid. De ahí que el mediocentro esté siendo uno de los artífices del buen momento malaguista, sin duda una de las revelaciones junto a Portillo, compañero en la media. El paleño, reinventando su posición quince veces por partido, supone para el técnico chileno un increíble nexo entre sus líneas de juego, y lo mismo lo tienes en banda o la medular, que en el área buscando un remate o colándose hasta la cocina.
Precisamente el canterano fue uno de los protagonistas en la jugada del segundo gol local, participando en una bonita pared con Saviola, al que asistía para que rematara a placer en el área chica, dejando casi sentenciado el partido antes de irse a los vestuarios. El Betis reclamó fuera de juego de Portillo, sumando otra raya más a lo que viene considerando una “persecución” arbitral, y de la que han salido perjudicados en los últimos encuentros. Pese a todo el gol subió al marcador y para cuando salió el Sol, tras el descanso, los de Mel ya habían hecho aguas. El excelente drenaje del césped hizo buena la inversión del jeque cuando aún tenía ganas de “jugar a tener un equipo de fútbol”, y con el piso algo menos pesado de lo esperable el Málaga acabó de soltarse la melena.
Apretando como estaba el equipo local, otro de los puntales de este Málaga, Monreal, mandaba desde la banda izquierda, aquella que ha hecho suya, un envenenado centro que rebotó en Amaya para acabar entrando en su propia meta. El navarro está resultando vital en el crecimiento del equipo, y resulta evidente que se oirán cantos de sirena de clubes grandes por él para asegurar una posición (lateral izquierdo) en la que es difícil encontrar la fiabilidad, oficio y técnica que brinda el ex osasunista.
Ayer, tanto Monreal como el Málaga sonaron en perfecta armonía. Notas ejecutadas con precisión, instrumentistas comprometidos y talentosos. De entre todos, el más brillante es Isco, como el trompeta solista de una banda de jazz… imponente, sutil. El descaro del chaval, esos vaivenes rítmicos, el contoneo de un juego que pasa del estático al móvil en una fracción de segundo, lo convierten en un regalo para los sentidos. El trompeta Isco te hace una delicia de una nota media, y te la alarga en el tiempo lo que haga falta; juega en adagio y piensa en allegro. Ayer, en el cuarto de gracia, encaró al portero bético y, acomodando el cuerpo con esa mezcla de elegancia y arrogancia que posee todo crack, se limitó a colocar el balón allá donde Adrián no pudiese llegar, junto a un palo que parecía cubierto, avisando donde quería ponerla. El Miles Davis del Arroyo. Aplausos, bises, más aplausos.
El próximo concierto en Bruselas el miércoles ante el Anderlecht: la gira europea.
Sigue saliendo el Sol para el Málaga (4-0),