El Teatro Cervantes ha recibido esta semana a los chicos de Mayumaná, un grupo nacido en Tel Aviv, que ha hecho de la percusión un arte. La compañía ha demostrando ser algo más que un mero espectáculo, ha reinventado el modo de fusionar la música y la interpretación sumado a un talento excepcional.
FOTOGRAFÍA: Cortesía del Teatro Cervantes.
El día escogido para el estreno no fue el más idóneo ya que coincidía con la Huelga General, por lo que genero varios altercados. Algunos manifestantes intentaron asaltar el edificio minutos antes de comenzar la función, que finalmente se desarrolló con normalidad bajo la custodia del teatro por parte de los antidisturbios.
La segunda noche de representación había llegado. Tras los minutos de cortesía, la voz en off de Andreu Buenafuente nos adentra en Racconto, un repaso a la historia del grupo. Casi una decena de artistas con una asombrosa capacidad de coordinación junto a un equipo de iluminación, sonido y vídeo cronometrado magistralmente arrancaban la velada.
Todos hemos oído hablar alguna vez de este conjunto artístico. A grandes rasgos podríamos pensar que ir a ver dicho espectáculo va a ser un sucesión de “pum, pum, patapum” durante hora y media, y aunque lo parezca durante los primeros minutos, uno se da cuenta de que no es así a medida que avanzan los minutos. El show sorprendió al público del Cervantes que no llenó (llámalo que era jueves, llámalo crisis o llámalo que te clavaban 40 euros por verlo en el patio de butacas), pero que quedó gratamente satisfecho.
Cubos de pintura o de basura, vallas de obra, bidones con agua y hasta una cámara de vídeo son algunos de los utensilios con los que Mayumaná hace vibrar a todo el teatro. Buenafuente hace un estupendo papel como narrador en la historia, pese a que en ocasiones adquiera, quizás, demasiado protagonismo.
Racconto también nos permite ver algunos otros números que Mayumaná ha tenido a lo largo de su historia. Momentum es uno de ellos, en el que un componente del conjunto se adentra en el patio de butacas para buscar la interacción con el público malagueño que, todo sea dicho, dejó mucho que desear. Aún así, el Cervantes se puso en pie al final del espectáculo. Si hubiera que definir con una palabra la sensación que deja Racconto al terminar, sin duda, sería el buen rollo con el que hace salir. Un buen rollo que esperamos dure muchos años más.
Acerca de Miguel Ángel López
3º de Periodismo y aquí esclavizado me tienen.
