Anoche, Iván Ferreiro sacó sus ases en La Trinchera: la mejor banda, las mejores canciones y la mejor versión de sí mismo. El gallego lo puso todo en conjunción para ofrecer un gran concierto a los malagueños, que supieron apreciar las canciones más bailables y alegres del nuevo Ferreiro.
TEXTO: Isabel Bellido FOTOS: María Rosa Sánchez
El tipo genuino y peculiar, el de las letras intimistas, el mismo que anoche confesó que algunas no las entendía ni él y que, claro, así no tiene que dar explicaciones. Y es que, tras 22 años de carrera musical (primero como líder de Los Piratas y desde el 2003 en solitario) y el éxito recolectado, nadie se las va a pedir. Iván Ferreiro volvió a tocar anoche en Málaga (ya lo hizo el pasado agosto en el Ojeando Festival), pero no sonó a lo de siempre. Y no sólo porque anoche presentara en la ciudad su nuevo trabajo,’Val Miñor-Madrid. Historia y cronología del mundo’, sino porque éste está cargado de sensaciones que son extrañas para el gallego. Un optimismo reflejado en canciones más alegres de las que tiene acostumbrados a sus seguidores, referencias positivas de las relaciones personales e incluso ritmos bailables que se acercan al disco-funk. Ferreiro puso anoche en escena todo eso, combinándolo con sus clásicos de siempre. El resultado fue tremendamente bueno.
El ‘ex Pirata’ conectó con un público que llenó la Sala Trinchera hasta los bordes. Supo hacerse con él desde la primera canción, ya que comenzó su concierto con la archiconocida ‘Turnedo’, un acierto seguro, un arranque que no suele producirse cuando un artista presenta su nuevo disco en directo. Iván Ferreiro se presentó trajeado, haciendo juego con las imágenes de promoción de su
nueva gira ‘El viaje de Val Miñor a Madrid’, así como con la indumentaria que utiliza en el videoclip de su último single ‘El dormilón’. Tras la inesperada ‘Turnedo’, siguió con otro de sus clásicos: ‘Abrázame’, una muy personificada versión de Rafael Ferro y Julio Iglesias. Tras esta presentación, que consiguió encandilar a todos, el gallego dejó claras sus intenciones. “Vamos a basar este concierto en Val Miñor-Madrid, historia y cronología del mundo”, y empezó por la primera del disco, por ‘El bosón de Higgs’. Mientras Iván Ferreiro cantaba con los ojos entornados, todos los asistentes tenían los ojos bien abiertos para mirarlo a él y a su fantástica y completísima banda, pues Ferreiro está bien acompañado. El histórico Pablo Novoa (de Golpes Bajos) en los teclados, Ricky Falckner (que además es el productor del último trabajo de Ferreiro) al bajo, el joven Emilio Saiz dándole muy fuerte a la guitarra, Xavi Molero a la batería, y, por supuesto, Amaro Ferreiro (mano derecha de su hermano Iván y letrista de muchas de sus canciones) también a la guitarra. Siguió con la que según la edición española de la revista Rolling Stone es la mejor canción del año: ‘Pájaro azul’, también de su último trabajo. Con ella comenzó la ristra de canciones extrañamente más bailables y alegres del repertorio de Ferreiro, ya que le siguió ‘Bambi Ramone’, aunque sin los coros del estribillo.
La estrategia musical de Iván Ferreiro funcionó a la perfección durante toda la noche: algunas antiguas y otras nuevas, casi en la misma proporción. Y así hasta llegar al clímax de la actuación con el turno de versiones, que ya es un clásico de sus conciertos. Así, se sucedieron ‘Inerte’, 
‘Chainatown’, ‘Jet lag’, ‘Tristeza’ (toda una declaración de intenciones) y ‘Alien vs Predator’, “un dueto que voy a hacer yo solo”, dijo Ferreiro, ya que Julieta Venegas colabora en esta tierna canción, perteneciente al último disco. Ferreiro, de entre sus múltiples y conocidos ademanes, escogió la pose basada en colocar el brazo derecho en forma de jarra sobre su cintura, al mismo tiempo que cantaba y bailaba canciones como ‘Pandelirio’ y ‘NYC’. Tras esto, el gallego, que anoche se mostró de lo más generoso en cuanto al repertorio brindado, comenzó la segunda parte de su concierto. Todos lo supieron cuando se sentó al teclado y cantó ‘Santaadrenalina’, ‘Cómo conocí a vuestra madre’, ‘Twins Peaks’ y, tras hacer una breve pausa, Ferreiro y su banda siguieron con ‘Me toca tirar’ y la esperada ‘Años ochenta’, todo un himno. También sonaron ‘El fin de la eternidad’, ‘El viaje de Chihiro’ y ‘Solaris’, todas sin despegarse de las teclas. Con las versiones, llegaba el final, aunque también los clásicos. El gallego, que se mostró muy comunicativo durante todo el concierto, dio a elegir al público entre tres: ‘Leñador y la mujer América’ de Zahara, ‘Tierra de Xoel López y ‘Vidas cruzadas’ de Quique González. Estas dos últimas fueron las más aclamadas, así que Ferreiro hizo lo propio: las tocó al teclado, tornándolas hipnóticas, interpretándolas desde el máximo respeto, como compañero y amigo de los dueños de las melodías, ante un público ensimismado. La popular ‘Promesas que no valen nada’ e ‘Insurrección’ de El Último de la Fila y, por fin, ‘El equilibrio es imposible’. ‘El dormilón’, parecía la última, pero Ferreiro eligió a cabar con ‘Mi furia paranoica’, del álbum ‘Canciones para el tiempo y la distancia’.
Iván Ferreiro es inteligente y sabe jugar bien sus cartas. Mantuvo al público hipnotizado y absorto al igual que lo hizo bailar y gritar cuando así él lo precisaba. A pesar de que, en un principio, el concierto iba a celebrarse en la sala París 15 y finalmente tuvo lugar en La Trinchera por no haber vendido entradas suficientes, Iván Ferreiro y su banda se mostraron satisfechos sobre el escenario, al igual que el público que llenó La Trinchera. Sí. Les gusta este Ferreiro.
Acerca de Isabel Bellido
Choni letrada. Último curso de Periodismo en la UMA. Escribo en La Taberna Global y en El Observador, y llevo dos veranos juntando letras también en Diario SUR. Aunque allí soy un poco más formal.
