El sopor de los locales no es justificable con el cansancio físico-el miércoles pasado rotó más de medio equipo titular ante el Cacereño-, sino con la lasitud mental de sus jugadores. Fue un problema de actitud. La falta de intensidad de los albiazules permitieron a los madrileños sumar tres puntos en el hasta entonces inexpugnable feudo malaguista. Sin desmerecer el gran trabajo de los vallecanos, el conjunto andaluz mostró su peor imagen de la temporada y facilitó la victoria visitante. Desdibujado, alternando pérdidas de concentración y posición, llegando siempre tarde a la presión, permitiendo jugar con comodidad al rival; el Málaga, salvo los últimos veinte minutos del primer tiempo, ni quiso ni pudo doblegar al Rayo.
Los jugadores de Jémez –en la grada por sanción- fueron superiores y merecieron la victoria en un derroche físico-táctico que anuló al equipo que deslumbra al fútbol europeo. Pellegrini perdió su máximo baluarte defensivo: el balón. Sin el esférico, el conjunto andaluz mostró debilidades en la zaga nunca vistas en la presente campaña: excesivamente lentos en transiciones defensivas, los vallecanos percutían con facilidad el área de Caballero.
La movilidad de Piti en tres cuartos de campo y el dinamismo de Baptistao en los últimos metros suponían una amenaza constante para los locales. El capitán rayista fue el autor de los dos goles, ambos asistidos por el brasileño.
Pellegrini trató –en balde- de activar a su equipo en el descanso dando entrada a Santa Cruz por Iturra cuando perdía uno a cero. A los pocos minutos y en una jugada aislada, Demichelis enviaba al fondo de las mallas una falta botada por Joaquín. Un espejismo que se esfumó en el siguiente saque de centro. El cambio ofensivo –en teoría- no mejoró el ataque local, lo empeoró. La salida de Iturra dejó huérfano a Camacho en la medular, complicando más si cabe las transiciones defensivas. El maño no daba abasto para achicar el torrente vallecano, decidido a llevarse los tres puntos a Madrid.
El Málaga, roto en el medio campo, sufría para recuperar el balón y cuando lo hacía no lograba conectar con una delantera aislada y pasiva. Ni Isco ni Joaquín –protagonistas habituales- tuvieron continuidad en el juego; incómodos, apenas aparecieron durante el envite.
Muchos oportunistas señalan los impagos del Jeque para justificar la abulia con la que los jugadores afrontaron el encuentro ante el Rayo. Tampoco tengo argumentos para demostrar lo contrario pero si algo ha demostrado esta plantilla es profesionalidad. Un resultado no debería quebrantar lo más mínimo la confianza en estos futbolistas. Lo peor de la derrota fue la actitud; lo mejor es que solo es un partido y ha de servir de mal ejemplo. Esperemos que no vuelvan a sorprender al Málaga durmiendo la siesta.