Treinta y cuatro discos no son suficientes para que el rey del folk se canse de mostrar su don para la música y las letras a través de su voz de lija. En esta ocasión, con referencias al hundimiento del Titanic y un homenaje a John Lennon
El 19 de marzo de 1962 Robert Allen Zimmerman publicaba, bajo el pseudónimo de “Bob Dylan”, su primer álbum de estudio. Éste contenía únicamente dos composiciones recientes del autor, siendo el resto de temas antiguas canciones del folk tradicional. Considerado como el “capricho” de John H. Hammond debido al escaso número de copias que vendió, Dylan pronto se convirtió en la voz de toda una generación. La generación de un nuevo ideario, del inconformismo, de las protestas pacifistas contra los sistemas político-económicos de la época. Dylan profetizó, mediante una guitarra desafinada, una armónica oxidada y una voz medio rota, una de las revoluciones más perroflautas de la historia: El movimiento hippie.
Así, tras 50 años de carrera musical, salpicada en parte por la controversia causada a raiz de su radical cambio de la música folk al rock y un accidente que le mantendría desaparecido por 8 años, el músico y poeta estadounidense reaparece en el escenario musical con su álbum número 35, Tempest, sin la ya necesidad de demostrar que es capaz de hacer.
El disco, aclamado ya por la crítica como su nueva obra maestra, comprende 10 piezas musicales que muestran a un Dylan más experimentado, oscuro y profundo, con una voz aun más desgarrada y rota si cabe. Esto, unido a la línea instrumental clásica que viene siguiendo el cantautor desde años atrás y la influencia directa de la música popular norteamericana que impregnan la nueva producción, hacen de Tempest una vieja y maravillosa joya, cuya escucha es capaz de trasladarnos a una polvorienta historia de viaje por épocas pasadas, narrada en una poética prosa y ambientada por un rock al más puro estilo Dylan.
Entre los cortes a destacar se encuentra la envejecida Duquesne Whistle, coescrita con Robert Hunter (Grateful Dead), que abre el álbum a un viaje ferroviario por decrépitas carreteras, aguas pantanosas y noches sin más luz que la de las estrellas a través de un rítmico blues que incita a imaginar las típicas leyendas transmitidas de abuelos a nietos. A manos de Pay In Blood escuchamos a un Dylan violento y furioso, repitiendo en reiteradas ocasiones con voz amenazante “Pagaré con sangre, pero no con la mía”. En cambio, con Narrow Way y Early Roman King el cantautor vuelve a sus orígenes, con una clara influencia de maestros del blues, como Howlin’ Wolf, Muddy Waters o John Lee Hocker. La maravilla musical y poética de la nueva producción aparece con Tempest, en un extenso discurso de 14 minutos con toques de un excelente folk irlandés que relata el hundimiento del Titanic, mezclando los hechos reales con el éxito cinematográfico de James Cameron: “Leo tomó su cuaderno de dibujo, estando a menudo tan dispuesto. Cerró los ojos y pintó el paisaje en su mente”. Roll On John cierra el disco con un emotivo y ceremonioso homenaje a John Lennon, valiéndose en ocasiones de algunos fragmentos de conocidas canciones de los Beatles como Come Together o A day in the life.
Podéis ver aquí el excelente vídeo realizado por el australiano Nash Edgerton acompañando a Duquesne Whistle:
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=mns9VeRguys]
"Tempest" y el eterno Bob Dylan,Acerca de Nacho del Río
Chico guapo y timido. 21 para 22. Llevo casi 3 años yendo a la UMA sin estar matriculado en ninguna carrera. Colaboro en la sección de Cultura de La Taberna Global.