La Asociación de Estudiantes de Medicina de Málaga lleva dos décadas promoviendo la concienciación y la información en lo relativo a la salud, pero destaca por una de sus actividades: los intercambios nacionales e internacionales.
Dentro de la Facultad de Medicina hay un despacho, entre otros muchos de su misma clase y condición. Padece ese desorden que indica que ahí habita el trabajo y el esfuerzo. Se acumulan los papeles y los archivadores. Algunas banderas de distintos países cuelgan del techo. También hay cuatro o cinco cartulinas pegadas a la pared. Puede leerse “AEMMA” en ellas. Pero, ¿qué es AEMMA? ¿Es, acaso, el cuartel secreto de Relaciones Internacionales? ¿Se encuentran allí los ansiados documentos que contienen el listado de destinos Erasmus definitivos? Parece ser que no. “Es una asociación de estudiantes formada por alumnos de Medicina”, aclara Pablo Palomino, webmaster de AEMMA. Estaba claro que ese listado no podía existir.
Sin embargo, AEMMA no es FEL. Ni siquiera es Fénix. Esta asociación no se encarga de representar a los estudiantes de Medicina, sino de organizar “actividades de prevención y promoción de la salud”. Se asemeja más, por lo tanto, a Empyria, la asociación por excelencia encargada de difundir la cultura científica en la Universidad de Málaga. Pero AEMMA está por encima de todas. Y no es chulería. Posee el privilegio de disfrutar de una potente organización gracias a su veteranía y a su origen internacional. “AEMMA surgió hace veinte años (en el comienzo se llamaba Fonendo), paralela a todas las asociaciones de Medicina de España y del mundo. Somos un comité local, pero tenemos representación nacional e internacional”, explica Sofía Cortiñas, veterana de la asociación y coordinadora de Intercambios Internacionales. Aunque AEMMA también funciona como “plataforma crítica” de los estudiantes de Medicina, además aporta una “formación
Sofía Cortiñas y Pablo Palomino. Ella a Taiwán y él a Tailandia.
extra”, organiza “actividades complementarias” y busca “involucrarse con la salud pública y con el tercer mundo”. Pero, sin duda, su actividad estrella, su gran servicio, son los intercambios, tanto nacionales como internacionales. “Los realizamos gracias a las subvenciones. Intentamos pedirlas todas”, cuenta Pablo. Otra cosa es que se las concedan. “Desde el rectorado nos otorgan una subvención y también la residencia que acoge a “los guiris” (como ellos llaman a los estudiantes que vienen del extranjero)”, añade. “Lo gestionamos todo nosotros: recibimos una parte de dinero por mandar gente fuera, pero ese dinero luego lo empleamos para acoger a estudiantes de otros países”. Ojo, que van a ser de verdad los de Relaciones Internacionales. Pero con bata blanca. Y un poco mejores.
Sofía se va a Taiwán, Pablo a Tailandia. Y tú a ninguna parte por culpa de Wert. Y bien, ¿qué hay que hacer para solicitar estos intercambios? Lo primero, ser estudiante de Medicina, con todo lo que eso conlleva (seis años de carrera -con más esperanzas sexuales que los de Teleco- más el MIR más el paro, superar el miedo a las vísceras, prescindir de vida social…), hacer un examen sobre motivación e idiomas y pagar unos 200 euros si el intercambio es internacional, y un poco menos si es nacional. El traslado (es decir, el billete) debe financiárselo el propio beneficiario del intercambio, que, por cierto, dura un mes y está destinado a realizar prácticas clínicas o de investigación. Como un Erasmus, pero reducido y bebiendo menos. O no. “Este año tenemos 25 internacionales”, dice, orgulloso, Pablo. “Málaga es la cuarta o quinta ciudad de España que más intercambios mueve. Hay mucha gente que se queda fuera”, añade.
Pero AEMMA también está notando los recortes. “Podríamos ofrecer mejores servicios a la gente que viene de intercambio” (los miembros de la asociación proveen con 60 euros a los estudiantes extranjeros, cantidad destinada a una comida diaria, pero les gustaría aumentarla, así como organizar más actividades). “Llevamos dos o tres años que, cada vez que hay una reunión nacional, nos tenemos que pagar nosotros el viaje, la gasolina, la inscripción… Eso, hace años, cuando había más sobrantes, lo pagaba la asociación”, cuenta Pablo, recordando la época de bonanza de la que salimos por culpa de Zapatero.
Pero no todo van a ser los intercambios. La asociación, que está divida en distintos comités (Derechos Humanos, refugiados y paz, Salud pública, Educación sexual y sida, Educación médica…), también lleva a cabo otras actividades. “En el Día de la Diabetes ponemos un puesto y tomamos el azúcar a la gente, además de dar información”, cuenta Sofía. “En el Día de la Discapacidad pusimos varias carpas en las que vendábamos los ojos e invitábamos a la gente a ir en silla de ruedas, además, hemos organizado cursos de sutura, cineforums…”, añade Pablo.
Pese a todas estas cosas bonitas, los chicos de AEMMA confiesan que su mayor preocupación es la escasez de nuevas caras en la asociación. “Somos unos quince socios y hay gente de todos los cursos, pero vemos que van pasando los años y aquí seguimos los de siempre. Tememos que no quede gente que enseñe a los que entran”, cuenta Pablo. “Me da pena que esto se pierda. Considero que la Universidad es una oportunidad para formarte como persona en muchos ámbitos”, concluye. Estudiantes de Medicina, no sabemos qué hacéis con vuestras vidas.
AEMMA planta cara a Wert con sus miniErasmus médicos,
Acerca de Isabel Bellido
Choni letrada. Último curso de Periodismo en la UMA. Escribo en La Taberna Global y en El Observador, y llevo dos veranos juntando letras también en Diario SUR. Aunque allí soy un poco más formal.
