Al salir del aula captamos, además, las declaraciones de uno de los alumnos de la clase. ¡No te lo pierdas!
Ya antes de entrar nos han contado todo tipo de maravillas acerca del profesor, aunque son dos los rasgos que mejor lo definen. El primero, que no se bloquea cuando, involuntariamente, pulsa el botón derecho del ratón tratando de pasar de diapositiva. La segunda, que es Dios en la Tierra, y que baja a cada clase desde el cielo irrumpiendo con un haz de luz celestial y un canto coral de vírgenes que anuncian su milagrosa llegada. Es uno de los motivos que nos han traído aquí hoy; el otro, descubrir si existe el cáncer de pierna.
Estamos sentados en la zona media-alta del aula, fila 15 gracias a las entradas que me vendió a siete euros un alumno que las consigue por ticktackticket. La asistencia es obligatoria —la de ellos, claro, no la mía— y huele muchísimo a coño. Qué va, pero esto tenía que soltarlo en algún momento del artículo y haciéndolo ya me quito un peso de encima. Veréis que bien ahora.
Por si fuera poco humillante estar rodeado de 170 personas mucho más inteligentes que yo, llevo en la mano una revista juvenil que luce en portada una foto de David DeMaría. A partir de ahí la impresión que tengan de mí sólo puede mejorar, me gusta pensar.
—Ejem… —pronuncia el profesor, micrófono en mano, a modo de soundcheck—. Ejem… Bueno, vamos a empezar. Por favor… Vamos a ver… Ya, por favor. ¿Empezamos o nos vamos? —plantea con inesperada generosidad. Al cabo deduzco que debe de tratarse de una pregunta retórica, porque en lugar de esperar una respuesta consensuada por parte de los estudiantes procede sin más a dar la lección.
Las últimas unidades entran en el aula pasadas las nueve y se ven forzadas a tomar asiento en el improvisado escritorio (?) que forman los escalones del pasillo. La clase está abarrotada. Las taquillas han colgado el cartel de Sold out. Por un momento pienso que, quizá, quienes llegan tarde lo hacen por problemas con el metro, con parada justo enfrente de la Facultad, aunque reflexionándolo mejor concluyo que en tal caso no se habrían retrasado diez minutos, sino diez meses. O diez años.
—La puntualidad parece que brilla por su ausencia. Aunque, claro, si ha sido el autobús no pasa nada, le podemos echar la culpa —dice el profesor con refinado sarcasmo. Efectivamente, había sido el autobús. La puta EMT, que se está cargando la sanidad pública.
Para decepción del lector, la clase tiene como objeto de estudio a los fetos PEG, es decir, los bebés Pequeños para su Edad Gestacional. El teacher intercala explicaciones desnudas y sencillas con palabras que se olvidan antes de que dé tiempo a escribirlas —un servidor pilla la palabra ‘trofoblasto’ a la tercera—. Mira lo justo y necesario al PowerPoint y usa un puntero láser sospechosamente parecido al que atacó a Cristiano Ronaldo. Lleva bata por si acaso y, pese a la creciente polémica que ha suscitado la ley del aborto, no introduce ningún tipo de sesgo en el temario. Aunque si lo hiciera tampoco me enteraría, la verdad. Igual ‘trofoblasto’ significa ‘Gallardón hijo de puta’.
—En este Doppler de la arteria uterina vemos un flujo normal en la sístole y la diástole, pero cuando no ha ocurrido la segunda invasión del trofoblasto en esos vasos se producen vasoespasmos en él y en la arteria uterina, y cuando ponemos el Doppler tenemos una incisura protodiastólica bilateral. Si eso ocurre entre la 23 y la 24, existe una sensibilidad del 85% para la predicción del CIR o crecimiento intrauterino retardado o una hipertensión asociada al embarazo. ¿Se dan cuenta?
—No —pienso, aunque asisto a un silencio revelador en el que, tras segundos de inflexión, los alumnos se topan de bruces con la verdad última y universal, se reencuentran consigo mismos y se preguntan cómo han podido estar tan ciegos.
La clase tiene ciertas reminiscencias de capítulo de House. El docente se erige como líder, pide la participación continua de los alumnos y propone diferentes casos para que los alumnos contribuyan con una lluvia de ideas. Muestra fotos de ecografías e imágenes de niños «con cara de viejo» por no sé qué de panículo adiposo, pone ejemplos de casos clínicos o situaciones en las que puede encontrarse un médico y demanda soluciones. El 90% de las intervenciones corren a cargo de un chaval llamado Beltrán, aunque la más brillante la realiza Daniel Santana, a quien nadie conocía hasta que yo lo descubrí. Yo confié en él y hoy está arrasando en Hollywood y siendo el MVP de la clase. Ni puta idea de lo que dice, eso sí, pero sus palabras suenan como Roma pero al revés.
La clase llega a su clímax con la esperada aparición de un cuerpo femenino en pantalla. Un dibujo en blanco y negro, pero menos es nada. Espero la reacción normal, una risita incontenible y un murmullo subrepticio, pero nada más lejos de la realidad. Con la revista de David DeMaría en la mano, subnormal y retrasado, soy el único que piensa «Jajajaja, unas tetas y un chocho».
Entrevista con el MVP de Medicina
Nada más acabar la clase, y después de acercarse a la mesa del profesor para que éste anote sus merecidos positivos, los estudiantes empiezan a circular por la zona mixta. Entre ellos reconocemos a la figura de Daniel Santana, que atiende amablemente a los medios de comunicación.
—Buenas tardes, Daniel [a las 10.00 de la mañana]. ¿Cómo has visto la clase?
—Hombre, en principio la asignatura per se es muy bonita, ya que habla de ese tan famoso milagro que es la vida, lo despieza y te ayuda a entender el porqué. A la gente que tiene cierto espíritu científico y quiere de verdad encontrar la respuesta a estos enigmas, entre la que me incluyo, le causa mucha satisfacción.
—¿Te has drogado?
—Sí, sí… bastante.
—En esa intervención que has hecho, ¿cómo te has sentido? ¿Es como cuando marcas un gol en un partido?
—Es como el penalti, ¿no?, que estás nervioso pero luego ya te liberas un poco. Está bien, porque realmente en esta profesión, como en la tuya, tienes que relacionarte constantemente con personas y hay que aprender a desinhibirse.
—Pues ya está. ¿Te vas en coche?
—Sí, voy en coche.
—Pero si es ahí al lado, ¿no?
—No, yo tengo que ir a Carlos Haya.
—Ah, bueno.
—Carlos Haya me pilla más lejos, tío.
—Ya… Pues nada.
Y eso, que nada.
¿Y tú? ¿Tienes alguna clase en la que merezca la pena colarse? Escríbeme al Twitterjazz (@manoletusgarcia) o mándanos un emailo a contacto@latabernaglobal.com. Os quiero.
Hoy nos colamos en… Ginecología (Medicina),Acerca de Manolo García
Fui becario en SUR para ganar experiencia y poder trabajar aquí. Ahora mismo no tengo novia, y estaría interesado tanto en una relación seria como en algo esporádico. Mis opiniones no me representan a mí, sino a otra persona. Ahora mismo tengo llamadas entrantes gratis.