La negativa del Ayuntamiento a conceder licencias para la ejecución de actividades musicales desde 1997 ha generado múltiples controversias en los últimos 16 años. Denuncias, crispación o el nacimiento de ‘Málaga en vivo’, una plataforma en defensa de la actuaciones musicales en directo, son fruto de la apatía general que viven ciudadanos y políticos a diario.
Estos últimos cinco años la crisis económica ha azotado con fuerza la provincia costasoñela, que se nutre en gran parte del sector servicios. Las aciagas circunstancias no acompañan: la candidatura a Capital Cultural Europea 2016 se esfumó, existe competencia entre espacios culturales municipales y las obras del metro ligero no acaban. Sin metro no hay paraíso, piensan algunos. Sin Soho no hay paraíso, quería decir. A la cultura no se la toma en serio y muchos piensan que vale la pena luchar para que se convierta en un industria real, incluida la música en directo. LA TABERNA GLOBAL conversa con tres bares ubicados en el corazón cultural de la ciudad (Vive Le Rock, ZZPub y Velvet Club).
“O consigues un traspaso al local que tiene licencia o es imposible”, relataba Alberto Jiménez, quien fuera el precursor de la sala cultural independiente La Cripta, ubicada en la tétrica bodega del instituto Gaona, hace dos años. Jiménez es el elegido para dar vida musical a la nueva sala Velvet, que se inaugura hoy. Nos citamos en El Último Mono Juice & Coffee, un bar de cafés y zumos caseros. De tú a tú cuenta que Velvet club reabre sus puertas con licencia de sala de fiestas y discoteca. Este nuevo local, más grande y con mayor dotación técnica, que fichará a bandas consagradas de la escena nacional “no dejará de ser un espacio para bandas emergentes”, como se muestra en su oferta de este mes de noviembre (La Plaga, Kermit). Jiménez, que califica de desastrosa la gestión por parte del Ayuntamiento, confiesa que Málaga no solo necesita museos para defender una oferta cultural de calidad y variada. El programador tampoco se muestra pesimista emitiendo un discurso para nada desalentador. “Han tenido que tirar de talento local para llenar la agenda de los espacio municipales, lo que ha propiciado que se tenga más en cuenta a los artistas malagueños”, recalcaba. Él lo achaca a un cambio de mentalidad en el último año y medio.
El Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1997, que tachaba a Málaga de ciudad saturada acústicamente, sigue vigente hoy en día. El mismo año que se aprobó la normativa en el PGOU la Unión Europea calificaba el centro histórico como zona “muy ruidosa”. Según Laura Redondo, trabajadora en el Servicio Técnico de Ingeniería de Control de Ruido (correspondiente al Área de Medio Ambiente y Sostenibilidad) todavía no se ha elaborado un informe sobre la polución sonora en la zona del centro. Control de Ruidos se encarga de actuar “en materia de contaminación acústica con el fin de mejorar la calidad de vida de los habitantes de Málaga”. Uno de los proyectos de los que se encarga es de la “Red Telemática de Transmisión de los datos de los limitadores – controladores acústicos de los establecimientos”, que desde 2009 obliga a 500 establecimientos con licencia de música emplazados en el núcleo malacitano a medir el ruido a través de unos limitadores acústicos. “Los limitadores de sonido exigen un mantenimiento exhaustivo y de técnicos que elaboren informes pagados por nosotros”, recrimina José María Ochoa, el propietario del Vive Le Rock. La ley fijada obliga a no superar los 90 decibelios en el interior de los locales. De lo contrario, la multa podría ascender a 300.000 euros y en los casos más drásticos se cerraría el bar. La implantación de esta Red Telemática de limitadores acústicos le ha costado al Ayuntamiento 120.202,42 euros y el mantenimiento de ésta le supone 12.000 euros anuales.
Unas cifras que crecen al ritmo que las del número de multas por parte de los vecinos. El año pasado se modificó la ordenanza general, estableciendo que los bares que se acogen a la nomenclatura de ‘cafetería’ contemplada por el Área de Comercio puedan usar ambientación musical por debajo de los 90 decibelios. Esto propició un ambiente de conflictividad entre los vecinos y los establecimientos pertinentes. Francisco Santos, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos Solidaridad, formada por 100 asociaciones, cuenta que cuando se reformó la ordenanza el Ayuntamiento no contó con la opinión de la comunidad de residentes. “Ellos no consultan para nada con los vecinos”, reitera Santos una y otra vez. Más tarde llamábamos a Juana María Laguna, jefa del Servicio de Aperturas del Ayuntamiento de Málaga, que reafirmaba las declaraciones de Alberto Jiménez. “En la actualidad se mantienen la licencias que estaban vigentes antes del año 97 y se puede hacer cambio de titularidad”. La normativa, en palabras de Laguna, se podría modificar, “de hecho se podría abrir una vía para la concesión de nuevas licencias pero es una decisión política”.
Mientras tanto, “el centro entre semana está muerto”, expresa apenado Ochoa. Luego en países como Reino Unido la música es uno de los principales reclamos económicos del país. Hace dos navidades se impulsó un proyecto piloto para reavivar la actividad musical en el que se autorizaron a varios pubs a organizar actuaciones en directo. Las condiciones eran tres: no superar el nivel de ruido establecido por la normativa, terminar a las 00:00 horas, y tener los papeles en regla. Aquella vez los residentes que viven en el centro no denunciaron. ¿Son las asociaciones de vecinos un arma usada a modo de excusa? Desde que luego que sí, según Santos. “No debería ser una guerra entre políticos, vecinos y comerciantes. Es el Ayuntamiento el que tiene que velar porque haya un acuerdo”, reprocha Santos. Desde luego la tesitura no invita a pensar en un posible pacto a corto plazo. El presidente prosigue con el debate, recalcando que el Ayuntamiento se posiciona a favor de los vecinos y en contra del empresario cuando se acerca las elecciones o viceversa.
Vive le Rock es un local emplazado en la calle Denis Belgrado. El pub cuenta con una legión de fans que acude cada sábado para escuchar su dosis semanal de Rosendo, Pantera o Extremoduro. El jefe del establecimiento nunca ha tenido intención de organizar conciertos porque sabe que no le darán una licencia. “¿Nunca ha invitado a una banda a su local?”, le pregunto. “Sí, pero en acústico. Aunque sé que no puedo traer ni a un mimo”. El dueño del bar de rock acusa al Ayuntamiento de cierta permisividad con respecto a las terrazas o sitios -que no son pocos- en donde se organizan conciertos de manera ilegal. Uno de ellos es La Moraga de Antonio Martín, que según Santos está menos insonorizado que otras terrazas colindantes. “Nadie dice nada sobre el tema”, recalca el presidente de la Federación de Asociación de Vecinos Solidaridad. El chiringuito al que alude Francisco Santos, ”La Moraga de Antonio Martín”, se levanta en suelo público donde se acometieron obras para levantar una terraza de lujo en su azotea sin la autorización de las autoridades. Quien explota actualmente la concesión de este chiringuito es, de hecho, Miguel Narváez, marido de la secretaria general del PP de Málaga, Margarita del Cid. Al final todo queda en familia, como pasa exactamente en el centro con el bar Cheers, el único que cuenta con permiso municipal para que se organicen conciertos. En la actualidad pertenece al concejal de Cultura Damián Caneda, que ha podido atendernos vía Twitter, puesto que no quiso coger el teléfono. En la red de microblogging pudo soltar un discurso institucional. “En cualquier caso la competencia sobre ese particular no depende de Cultura sino de otras áreas municipales”, contestaba. Vaya, parece que la música en directo no tiene nada que ver con el Área de Cultura.
Lorenzo Baz, que lleva el ZZPub junto a otro compañero, atendía a LA TABERNA GLOBAL para hablarnos de la situación de la música en directo. El bar, con licencia desde que abrió, ha denunciado en más de una ocasión a la sala Velvet y a otros nueve locales por montar conciertos sin la autorización ni los permisos pertinentes. “La Velvet lleva diez años organizando conciertos de manera ilegal”, alegaba mordazmente. Baz, partidario de que se programen directos cada día, “cuantos más mejor”, -y así lo demuestra la filosofía de su negocio-, insiste en que todos tienen que jugar con las mismas reglas. Después de las denuncias interpuestas la clientela del pub no se ha resentido pero sí que se queja, a veces, de la programación. Sin embargo para Lorenzo los grupos que engrasan la lista son uno de los principales reclamos. Los criterios utilizados se basan en sus gustos, que para eso es “su bar”. Con respecto a la evolución del pensamiento ciudadano y político “hay una mentalidad más abierta”, explica. Pero la problemática seguirá existiendo mientras los dueños de locales sigan entendiendo esto como una carrera a ver quien se ahorra pagar esto y lo otro, en palabras de Baz.
En última instancia, es la calidad que ofrece los locales la que determina la supervivencia de un negocio. Pero será el cambio de mentalidad de gobernantes y ciudadanía lo que convierta la música en directo en una seña de identidad que atraiga a más turistas -beneficiando a todos- y ponga en valor los productos culturales malagueños. En manos del Ayuntamiento queda que se convierta en una práctica legal extendida o no.
La música en directo, materia pendiente en el centro de Málaga,Acerca de Isabel Vargas
Nacida allá por el verano del 92. Melómana indecente. De pequeña quería ser corresponsal de guerra, lo sigo intentando. Redactora de Cultura en La Taberna.