Valladolid y Málaga han empatado a uno en Zorrilla. Los andaluces se adelantaron en los primeros minutos con un testarazo de Demichelis; Manucho, también de cabeza, firmó las tablas justo antes del descanso. El encuentro se puede resumir en la lucha por controlar el centro del campo y el duelo entre Demichelis y Manucho. Las continuas pérdidas de balón vedaban las ocasiones de gol; además, auspiciado por un terreno de juego impracticable, el juego aéreo se erigió como el único arma de ambos conjuntos.
“Estoy contento con la actitud del equipo”, dijo Pellegrini en la rueda de prensa posterior al partido. Nunca osaré
cuestionar las palabras del chileno –hoy al menos no; bueno, quizá luego sí, pero ahora no-, aunque sí destacaría la falta de aptitud. La plantilla del Málaga es corta, ya lo era en verano. El club de albiazul está en liquidación, cada día que pasa vende –pierde- un efectivo, obligando al técnico a reinventarse cada día.
Cuando comenzó la temporada, apenas sumaba catorce jugadores competitivos; tras el mercado de invierno, no completa un once decente. Pellegrini rotó pensando en el Porto –pan pa hoy, hambre pa mañana-, y la segunda línea hizo lo que pudo. Estériles, no perder fue un triunfo –aquí, sí coincido con el chileno-. El Málaga adolece de velocidad y profundidad; por lo que cuando la circulación del balón no fluye con cierto ritmo, todo se resume a buscar por arriba a Santa Cruz. Tan lógico como poco efectivo hasta la fecha.
El conjunto andaluz no se puede permitir el lujo de jugar sin Isco, Joaquín ni Portillo y, además, pretender así recuperar su identidad, perdida en el último mes –sin noticias de Málaga-. Exento de su elenco de artistas, el Málaga de Duda y Piazon no conseguían hilvanar jugadas de peligro, incapaces concatenar más de cuatro pases o conectar con sus delanteros. Saviola y Roque se ofrecían con mucha movilidad, pero la ordenada defensa vallisoletana los aislaba con facilidad. Antunes y Gámez, tampoco generaban alternativas por lo que los locales, seguros con su disposición táctica, no sufrieron más que una ocasión de gol. Y fue gol. Un despiste infantil en la marca al lanzamiento de una falta desde la frontal dejó solo al central albiazul en el punto de penalti.
El Valladolid fue Manucho. El angoleño, surtido por sus compañeros, peleó con toda la zaga albiazul, especialmente con Demichelis. Ambos fueron los mejores jugadores del envite. El argentino completó un partido cuasi perfecto –gol incluido-, lástima que el único fallo defensivo significó el tanto del ariete local. Manucho, haciendo valer su portento físico, estaba en todos los fregaos. Por potencia, salía airoso de la mayoría de las disputas hasta que le tocaba bregar con Demichelis.
Groso modo, la incapacidad de asociarse con cierta continuidad y criterio de ambos conjuntos, unido al mal estado del terreno de juego y la lluvia, el encuentro sólo podía resolverse de una manera: a cabesasos.