Una de las ventajas del uso de las redes sociales es que permite interaccionar con gente que no pertenece a tu grupo habitual. Antes la tendencia era obtener feedback de tu gente de tu misma generación, con la que compartes puntos de vista, experiencias y cultura en general. Actualmente, herramientas como Twitter permiten un continuo intercambio de perspectivas entre generaciones con modos de vida muy diferentes. Favorece, en definitiva, el aprendizaje. Sobre todo para nosotros, los alumnos, que aún esforzándonos al máximo siempre nos faltará ese plus que aportan los años vividos y las guerras luchadas, ganadas o perdidas. Sin embargo, esta aparente superioridad moral de la que disfrutan nuestros “mayores” puede traducirse en faltas de respeto e incomunicación si no se gestiona adecuadamente.
El paternalismo es definido por la RAE como “tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia tradicional a relaciones sociales de otro tipo; políticas, laborales…”. Esta tendencia es visible cada vez más en el mundo de Twitter, que al fin y al cabo es un reflejo de la vida “real” u offline. Se empieza con condescendencia y se termina deslegitimando el argumento de una persona con estudios, educación y formación por el hecho de tener 20 años, o faltando el respeto con alevosía. Es una salida fácil de la discusión: cuando un argumento de un joven te bloquea, es preferible pensar que es un niño que no entiende de nada que plantearse un cambio en tu sistema de valores y creencias. Es fácil pero injusto. Muchos de nosotros leemos periódicos diariamente, mantenemos debates y tertulias también diarias y estamos en proceso de crearnos opiniones que nos permitan ejercer nuestra futura profesión sin manchar el nombre del periodismo. Esta negación al debate por parte de nuestros referentes se debe al miedo que da sentir que alguien a quien se considera “inferior” en todos los niveles pueda tener más razón que el aludido. El paternalismo, al fin y al cabo, es un sentimiento de superioridad poco constructivo que no sólo es negativo para quien lo sufre, sino para el que lo practica. Y como bien dice el término, esas actitudes sólo las tolero en mi padre, que para algo me ha visto crecer.
Este tipo de tendencias pasan de ser anécdotas en el ciberespacio a convertirse en serios lastres en la educación. ¿Quién no ha conocido al típico profesor que niega cualquier tipo de debate sobre sus métodos pedagógicos con los alumnos, o que simplemente incurre en faltas de respeto continuas? Se confunde continuamente el rol de líder necesario del profesor con ningunear a los alumnos y tratar como niños a mayores de edad, con un conocimiento bastante avezado de lo que quieren hacer con su vida y, con suerte, con ideas propias. Una lección es, al fin y al cabo, un producto. Y todo producto necesita de la valoración del consumidor para su perfeccionamiento: es un concepto básico. Me pregunto cuántos y cuántos profesores llevan cometiendo los mismos errores durante años, por el simple hecho de “no voy a aceptar que esos niñatos me digan lo que tengo que hacer” -y por la ausencia hasta hace dos años de métodos de evaluación a profesores en la pública, pero eso es otro tema-. Es inadmisible, lo pongo en negrita porque en mayúsculas parezco un barriobajero, que un alumno no pueda obtener un servicio de calidad acorde a lo que paga por miedo. Y porque, inevitablemente, el profesor tiene la sartén por el mango hasta la evaluación y puede suspender injustamente con relativa impunidad. Y es que el cambio de modelo urgente que necesita la educación en este país no es sólo cuestión de números, de productividad: es un cambio de actitudes y perspectivas. De mejorar los mecanismos para que el feedback alumno-profesor se produzca sin ningún tipo de impedimentos. Las clases donde el catedrático trajeado entraba, daba su clase y se marchaba son propias de épocas más dictatoriales, no del siglo XXI.
Podría aportar ejemplos concretos, tuits concretos y nombres, y estaría en mi derecho, porque en 3 años de carrera hemos vivido situaciones vergonzosas y vergonzantes. Pero ya hemos tenido polémica suficiente en este medio. Que sí. Que nos falta todavía mucho por vivir, que hay cosas que sólo se aprenden en la calle, en un trabajo de verdad, en una redacción. Pero es hipócrita aludir a nuestra falta de aprendizaje impidiéndonos sacar a la palestra nuestras ideas y, sobre todo, ninguneándonos. El respeto es la base de absolutamente cualquier interacción, y ya que las tecnologías permiten ampliar nuestras interacciones hasta límites insospechados, déjennos hacerlo sin comprometer la dignidad.
Paternalismos peligrosos,Acerca de Javi Skan
Anarcosindicalista. Igualdad, fraternidad y socialismo. Me duele la cara de ser tan GRAPO. ¡Venceremos! No, es broma. Dirijo este medio mientras hago como que me intereso en mi último año de Periodismo en la UMA. Vuestras opiniones me parecen una mierda.