En esta entrevista, las encargadas de la librería Secondhand Book Market, nos explican el día a día de su trabajo y su visión (optimista) del mercado editorial.
Esto es un proyecto de investigación fallido. De feto de crónica de librerías de viejos desaparecidas se transformó en una entrevista a las dos encargadas de Secondhand Book Market: Hilary Morgan y Shelley Humphrey. La librería no había desaparecido de su habitual ubicación en el número 28 de la Calle San Miguel (Torremolinos, Málaga), sino que se trasladaron a un nuevo local a dos calles de distancia en el número 11 de la Calle Cauce debido a que las retorcidas escaleras de acceso eran un obstáculo para algunos clientes. Una librería de segunda mano que sobrevive en la calle más comercial de una ciudad que vive del turismo.
Los australianos Ken y Ann Welsh vinieron a España en los años setenta. Él era escritor, en Torremolinos no había librerías y decidieron crear Secondhand Book Market para no perder el contacto con el mundillo entre tantos pareos y chanclas. El año pasado se cumplió el cuarenta aniversario de aquella lúcida idea.
La librería se diferencia de otras por aplicar una política importada casi desconocida en nuestro país: te llevas el libro, lo lees y puedes devolverlo y recobrar la mitad del importe para gastarlo en otro libro. Fácil como comerse un bocadillo.
La clientela – y por consiguiente también los volúmenes- aumentan en primavera y verano y está compuesta esencialmente por españoles del norte y extranjeros, sobre todos ingleses y alemanes aunque también noruegos, finlandeses, rusos, franceses, americanos… Aunque, como afirma Shelley, esta política de intercambio funciona mucho mejor con los extranjeros. A los españoles les cuesta muchísimo cambiar. Se compran un libro, lo ponen en el estante y allí se queda. Se apegan mucho a ellos. Por eso vendemos más en inglés, porque a ellos no les importa deshacerse de los libros una vez leídos. Aunque en España se está empezando ahora a comprar más libros de segunda mano. Porque tú me dices que este libro vale 17 euros nuevo… Vamos a ver, tú te lo lees una vez y como mucho se lo prestas a alguien, pero es que eso es mucho dinero. Y si este te vale la mitad y si lo lees y lo traes, a su vez te cuesta la mitad (porque tienes la mitad de este para otro), compensa.
Hilary añade: Hay muchas señoras de cierta edad que entran aquí y dicen: “uish… libros usados… vámonos, vámonos.” Por eso en los de tapa dura no ponemos el sello de la librería. Porque son lo que más regala la gente y algunos pueden mostrar reticencias si ven que es un libro usado. Les da cierto asco tocar lo que otros han tocado (Acaricia un libro y se ríe). Pero los estamos educando poquito a poco (más risas).
En cambio los americanos y los canadienses están muy acostumbrados a esto. Y nos han visitado algunos que son dueños de librerías de segunda mano en sus países. Los españoles no. Ellos me dicen: “Uy, yo tengo una colección en mi casa que es una biblioteca”. Les gusta mucho las cosas encuadernadas, las colecciones, los tomos… les encanta.
En cuanto a los tipos de libros más vendidos, ambas están de acuerdo en que los ingleses prefieren las novelas históricas y las policíacas basadas en hechos reales, y los estudiantes buscan clásicos en distintos idiomas. Hago la observación de que a diferencia de muchas librerías de segunda mano, lo tienen todo maravillosamente organizado. Hilary contesta que nosotros no tenemos base de datos porque esto no funciona con código de barras. Esta mañana, por ejemplo, he tenido una mañana movidita. Cuando ya se ha ido todo el mundo es cuando empiezo el recuento. Mi compañera y yo tenemos muy buena memoria, así que sabemos más o menos dónde está todo. Shelley añade: Claro que eso es después de años de estar viendo los libros. Intentamos ordenarlos, para que sea más cómodo para el cliente, al menos temáticamente: historia, biografías, terror, ciencia ficción, clásicos…
Frente a este buen hacer casi ceremonioso se opone la compañía estadounidese Amazon y su continua amenaza de monopolio en la venta de libros. Cuando menciono a la multinacional, Hilary se horroriza: Pero, ¿tú has visto alguna foto de los almacenes de Amazon? Da miedo. Es como un invernadero cubierto de libros del techo al suelo y está todo robotizado. Hay una máquina que hace “zim”, “zim” y coge el libro. Aunque yo creo que realmente Amazon es útil si buscas algo en especial, por ejemplo, para mi padre o para mi hija, algo que no puedo encontrar aquí. Pero para mí no hay nada como tocar los libros y elegirlos personalmente.
(Shelley) La cosa es que ellos ahora también tienen libros usados, pero claro, el libro cuesta dos euros pero te cobran seis por mandártelo a casa, ¿y luego qué haces con él? Si es uno relativamente nuevo puedes venir a una tienda como esta, pero si no, ¿qué haces? La ventaja de este tipo de librerías con respecto a Amazon es que si vas a Amazon, buscas un libro en concreto, en cambio si entras en una librería, encuentras libros que quizás pensabas que jamás ibas a volver a encontrar, libros descatalogados, por ejemplo. Hay mucha gente que viene aquí todos los días para darse una vuelta. Porque hay gente que se siente muy sola, por ejemplo, o gente que quiere contarte su vida. Esto es como un bar pero sin el licor (risas).
Pero también el libro electrónico está provocando cambios en la industria editorial y en la relación del lector y la lectura. Se pierden, entre otras cosas, el gusto por las tipografías, el granulado del papel, los diseños de las portadas. Pobre Daniel Gil. Shelley se muestra reticente a creer que hemos llegado a ese mundo apocalíptico que vaticinaba Ray Bradbury en Fahrenheit 45 o a los que pronostican que ocurrirá lo mismo que con el vinilo hace dos décadas: Tengo clientes que se han comprado un Kindle pero echan de menos esto (toca el lomo de un libro). Mucha gente me ha dicho que prefiere tener el libro en las manos, leer la contraportada, manosearlo. Es como el periódico. Cuando salieron las primeras ediciones digitales, se dijo que sería el fin de los periódicos en papel. Pero aunque ha habido una reducción del mercado, siguen ahí. Y algunos periódicos, como el New York Time, ya han empezado a cobrar por leer en Internet. Además, una vez que compras un libro para tu ebook, ¿qué haces con él? Si cada libro te cuesta, en el caso de una clienta que vino el viernes, ocho o diez dólares, ya has perdido ese dinero. No se lo puedes vender a otra persona, por ejemplo…
Y es muy gris. ¿Has visto un ebook? Es gris. Es muy frío, para mí es muy frío. Tuve una clienta que voló desde Los Ángeles a París. ¡Catorce horas de viaje! Se compró un ebook, se bajó trescientos dólares en libros y a la hora de despegar, dejó de funcionar. ¡Estaba histérica! Dijo que nunca más se subiría a un avión sin llevar un libro (risas).
A pesar de este optimismo, es un hecho que las librerías están cerrando. Actualmente quedan en España unas 4.500 librerías. Desde 2005 el sector vive una cierta estabilidad (los años anteriores cerraban 90 por cada 60 que abrían), pero se prevé que su número vuelva a bajar. Shelley lo confirma: Antes había aquí una librería que se llamaba Librería Universal, que tenía libros nuevos, estaba en La Nogalera. También tenían otra en Arroyo de la Miel. Pero no sé qué pasó, que se divorciaron los dueños y como se deshizo el matrimonio pues se acabó el negocio. Había una familia que intentó abrir una librería cerca del antiguo Ayuntamiento, libros nuevos. Pero como está la cosa, no los vendían. En cambio, en EEUU, hay muchos locales de libros de segunda mano y no están quebrando y las grandes librerías tampoco. Es un poco como ir a Carrefour los fines de semana para entretenerte.
Quizás la solución esté en crear leyes que protejan a las pequeñas librerías como ya se ha hecho en Noruega y Alemania. Shelley se muestra desconfiada: Aquí no creo que eso ocurra, francamente. Porque realmente no protegen tampoco a los pequeños empresarios. Esto de que una empresa familiar tenga que abrir siete días a la semana… También se merecen su descanso. Y, claro, no pueden competir con las grandes superficies.
Ser librero es un trabajo difícil y sacrificado, me cuenta Hilary, no todo el mundo puede llegar a serlo como no cualquiera puede ser fotógrafo. Tienes que amar mucho los libros para dedicarte a esto. Espero que nos salve el hecho de que el cliente puede traer los libros, cambiarlos, le devolvemos la mitad… Yo voy a tocar madera para que la cosa mejore y el libro no muera nunca, por que si no, no sé lo que pasará.
Como un bar pero sin el licor,