El nuevo aulario de CCCOM: ¿Os esperabais algo mejor?

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El aulario VI, que abrirá sus puertas el próximo curso 2012-2013, constará de seis aulas, unos aseos, un almacén, una sala de limpieza y una conserjería. Delicatessen.

En algún indeterminado momento del día 31 de enero de 2012, la UMA (Universidad de Málaga) decretó oficialmente el inicio no muy lejano de una larga, pero esperada, retahíla de rumores y confusos estruendos diurnos. Efectivamente. Durante aquella jornada, la Universidad adjudicó a la constructora San José la edificación del nuevo aulario de la facultad de Ciencias de la Comunicación: el aulario VI.

Sin embargo, pese a la eclosión del primer hormigonado, alumnos de la facultad siguen sin estar satisfechos. Es más, están molestos. Indignados. “Nos prometieron construir el aulario en enero del año pasado”, declara Beatriz Álvarez, delegada, por aquel entonces, de Primero de Periodismo. “Dijeron que veríamos las obras después de las navidades. Y no las vimos”. Por su parte, el vicedecano de Infraestructura y Planificación, Manuel Chaparro, se defendió alegando que no conocía las causas del aquel retraso: “Pregunta en el rectorado”.

Pero dejemos a un lado la demora y centrémonos en lo importante. El aulario VI, según ha comunicado Chaparro, abrirá sus puertas el curso que viene. Sí, el plazo de construcción, que en principio era de dos meses y tres semanas según la página web de la facultad de Ciencias de la Comunicación, se ha prolongado un huevo un poco. Y como no podemos esperar tanto tiempo (o sí y no tenemos cosas más interesantes que hacer), analizaremos, a rasgos generales, cual será el resultado de tantos y tan duros meses de trabajo.

El aulario VI, estará compuesto, tal y como indica su nombre, por seis aulas (en la imagen, números 1, 2, 3, 4, 9 y 10), unos baños (7), un almacén (6), una sala de limpieza (5) y una conserjería (8). Y, faltaría más, estará medianamente adecuado a las necesidades de los alumnos que sufran algún tipo de deficiencia motriz (constará de un cuarto de baño para discapacitados, y de una rampa (número 11) para facilitar a los estudiantes el acceso a la nueva instalación). Se tratará de un edificio aislado, puesto que carece de conexiones con la facultad, y de una planta de altura.

La superficie total y exacta que abarca el aulario VI es de 1.067,34 m2. Cada clase podrá albergar a 75 estudiantes, y en total, no podrá contener a más de 485 personas. Su precio total asciende a 720.000 €, de los cuales, 180.000 € pertenecen a albañilería (lo más caro de la obra). Por el contrario, los costes de la demolición y el movimiento de tierras, el saneamiento, las instalaciones de telecomunicaciones y los vidrios, han sido valorados, curiosamente, en 14.400 € cada uno. Ni más, ni menos.

Aparentemente, no parece contener anomalías, ni externas ni internas. Pero, después de la inspección del BOE, descubrimos que, aunque la construcción del aulario se haya adaptado a la legislación vigente, la dimensión de éste es la mínima exigida según el Código Técnico de Edificación: 1,5 metros cuadrados por persona en cada aula. Apretujados, ¿no? Pues no será ese el único inconveniente. Las sillas estarán apiladas en un mismo bloque. El reducido espacio impide la predisposición de un pasillo intermedio, lo que dificulta la movilidad de los estudiantes por la sala. Entonces, el que se siente en uno de los asientos centrales y necesite salir a mear al servicio, por ejemplo, no tendrá más remedio que interrumpir la clase obligando al resto de sus compañeros a levantarse. Además, las ventanas estarán colocadas detrás de los alumnos, y la luz solar incidente, no sólo podría deslumbrar al profesor presente, sino que imposibilitará la visión de las presentaciones del proyector.

Aun así, la situación siempre puede ir a peor. Los cables de alta tensión, por los que ya protestó el catedrático de Comunicación Audiovisual de la UMA, Demetrio E. Brisset, en la revista El Observador, continúan sobre el aulario, donde cientos de estudiantes se expondrán durante días enteros a las radiaciones electromagnéticas. Aunque no existe una clara evidencia científica del efecto nocivo que pueden llegar a tener, la preocupación se ha extendido más allá del campus universitario. “A nosotros también nos preocupa”, admite Manuel Chaparro. “Ya dijimos a Endesa (creo que era Endesa) que las retirara. Se solucionará”. Para saber algo más, no habrá más remedio que esperar al curso que viene. Hasta el momento, tendremos que jodernos la resignación será nuestra mejor aliada.

 

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Acerca de Raquel Fernández

Estudiante de periodismo en la Universidad de Málaga. Redactora en La Taberna Global.

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