“Lo que nos define es que no podemos ser definidos por nadie” decía Bellamy en una entrevista a RS, y no le falta razón. El trío británico vuelve con un disco plagado de curiosa sorpresa para algunos y repleto de decepción para otros
Desde el anuncio de la salida de su sexto álbum de estudio, lo nuevo de Muse ha sido un continuo torbellino de miedo y confusión sobre la línea que adoptarían los británicos esta vez para sorprender a sus seguidores. Ese torbellino se hizo efectivo con la publicación del primer single Unsustainable. Ésta, pese a ser una maravillosa composición que une de una manera excelente dos estilos tan distintos como lo son la música clásica y el dubstep, bajaba del carro a los fieles seguidores que se quedaron estancados en los primeros álbumes del trío (hay más vida tras el Origin of Symmetry).
Poco después vería la luz Survival como himno oficial de los JJOO de Londres. El resultado volvía a dar esperanzas a los fans de poder escuchar un rastro de lo que “antes era Muse“. Ésta recupera la magistral línea del The Resistance con un perfecto y épico preludio que sigue a una curiosa combinación de coros y piano acompañando a los característicos e infinitos agudos de Matt Bellamy y los distorsionados y reverberados chillidos de su guitarra. Una mezcla que atraía incluso a los apasionados del ‘Rock Clásico’, que veían en ella grandes trazos de homenaje a Queen.
Sin embargo, la desilusión llenaría de nuevo los corazoncitos de los museros de toda la vida (los que ya escuchaban al grupo cuando se llamaba Gothic Plague o Rocket Baby Dolls) con la publicación de su último single, Madness, que dividía totalmente a los fans de la banda con una ya sería y característica incursión en la música electrónica. Los apagados instrumentos y la voz en forma de susurro de Bellamy componen una buena pero lenta y regular melodía dubstep que parece que nunca va a explotar (y no explota). Con ello habían creado un enorme desconcierto por el carácter que iba a adoptar el grupo en este nuevo disco.
Y así ha sido, desconcertante, la publicación íntegra de The 2nd Law, su álbum más arriesgado hasta la fecha; caracterizado por una mayor importancia en los registros de voz de Bellamy y la experimentación de sus habituales instrumentos en un estilo que no acaba de ser distorsionado, ni electrónico, ni clásico, pero pega fuerte. Así, definir lo nuevo de Muse es complicado, pues a pesar de haber abandonado en gran medida las raíces que les coronaron en varias ocasiones como los nuevos reyes del rock, el álbum no está falto de técnica y talento ni mucho menos. Nace un disco que, tras varias escuchas, denota un fuerte impulso de muchas influencias para convertirse en un producto muy interesante. Se observa en la divertida Panic Station, que recuerda al mejor dance-pop de los 80, o en Big Freeze, que acoge una estupenda instrumental del nivel de U2, siempre con el sello de Muse. Explorers, en cambio, suena a una peculiar versión de su propia Invincible en Black Holes and Revelations. Quizás lo más sorprendente y extraño del disco llega con la psicodélica Isolated System, una siniestra y pausada canción que va cogiendo forma y ritmo a través de un bombo cada vez más potente, una continua melodía pianística junto a un nuevo y alternativo coro de voces que le dan un toque de exuberante calma y distinción frente al resto de canciones.
En definitiva, el disco es, de momento, una inapreciable obra de arte, cuyo destino quizá sea como el de un cuadro: Gozará de más valor con el paso del tiempo, quedando así como una indiscutible y fundamental colección de canciones que declararon en su momento los transgresores límites que sobrepasó la genialidad musical de los miembros de Muse.
Muse y el complicado 'The 2nd Law',Acerca de Nacho del Río
Chico guapo y timido. 21 para 22. Llevo casi 3 años yendo a la UMA sin estar matriculado en ninguna carrera. Colaboro en la sección de Cultura de La Taberna Global.