Criar fama y echarse a dormir es, cuanto menos, la peor fórmula de la que puede echar mano un ministro para con la opinión pública. Las medidas, si vienen de Wert siempre son malas. Incluso cuando las intenta teñir de progre, sus decisiones huelen a rancio; como si siempre escondieran algo podrido.
Y vuelve a los escenarios con su batalla favorita. ‘España reducirá a seis meses la estancia erasmus’ dicen los titulares. Pero bueno; siendo concisos España no reduce nada. La dotación económica no se otorgará más de un semestre con el objetivo de mantener el número de movilidades, lo que viene a ser que si quieres irte un año entero te lo pagues tú. Parece peor de lo que es analizando cifras: 18 millones es el presupuesto del ministerio para el próximo curso, tres más que el de este, si no tenemos en cuenta ayudas extraordinarias de última hora que se han conseguido a fuerza de plantarse y decir ‘no’. Tampoco se añadirá más dinero al otorgado por la UE, si no que se sufragarán más movilidades. Esta vez no hay puñaladas traperas ni amputaciones en el último momento: se está avisando con tanta antelación que la reacción en las calles ha sido de total desinterés. No duele a los que ya se han ido y los que pretenden hacerlo el curso próximo sienten un picor molesto pero sentados en casa; recibir más pero menos tiempo y a costa de que se vaya más gente no es del agrado de todos.
Que el número de movilidades se mantuviera era un reto que se antojaba imposible con tan ínfimo presupuesto. El programa Erasmus Plus, que por cierto, acaba de entrar en vigor, tampoco parece la salvación europea que tanto se esperaba desde aquí. Esta vez no nos van a salvar el culo. Bruselas, ay Bruselas, que ha decidido jugar al juego de basarse en criterios ciertamente absurdos para repartir su presupuesto: la tabla de clasificación de los países según su nivel de vida por lo visto solo es válida para los estudiantes. Ellos prefieren repartir en función del tamaño de la población, cosa muy útil cuando el quid de la cuestión es precisamente irte. Esto, obviamente, beneficia a España menos que a otros países, como Alemania e Italia, que van a recibir un 20% más de fondos europeos; nosotros un 4’3% a pesar de ser el país que más erasmus envía y recibe. La Comisión Europea sabiendose en el derecho a exigir después de dar soluciones a medias ha establecido una horquilla de entre 200 y 400 euros al mes para cada estudiante. El ministerio en su línea habitual ha indicado que otorgará 250 euros a todos los universitarios más cien para rentas bajas. Y comparado con lo de este curso casi habrá que dar las gracias.
En este panorama, reducir el tiempo de estancia becada a los seis meses no se antoja tan desesperado como ‘razonable’. No se reduce la cuantía e incluso se aumenta un poco, lo que contribuye a la independencia familiar del estudiante y, más importante aún, no beneficia a unos a costa de la pérdida de oportunidades de otros. No se trata de conformismo, es saber aceptar el mal menor. Un erasmus, sabido es de sobra, es caro. Sin poner en tela de juicio situaciones extraordinarias es fácil deducir que si con 200 euros no se vive pocas son las personas que se van sin tener ningún medio. Y las que sí lo hacen, se van un cuatrimestre porque es lo que pueden permitirse esforzadamente.
Además de las cuestiones económicas, son muchos los interrogantes académicos que se plantean. Los acuerdos académicos de las universidades españolas con las de otros países abarcan diferentes tiempos de estancia que en caso necesario se pueden ampliar, pero no reducir. Ahora (aún más), muchos destinos serán una utopía innacesible para aquellos que se dispongan a marcharse el curso próximo: es demasiado tarde para ajustar los acuerdos al tiempo subvencionado por el ministerio. La convalidación de asignaturas, ya complicada de por sí, también se verá perjudicada por la medida. Por no hablar de la asimilación, comprensión y aprendizaje de otro idioma, tan necesario en un país monolingüe como España, que siempre ha destacado por su deficiente nivel lingüistico. Pero enhorabuena señores, somos europeos. Nos ajustamos a la media de tiempo de estancia erasmus en la mayoría de los países -según defiende Bruselas- que siempre han disfrutado de mucho menos tiempo que los españoles. Olvidemos que las necesidades académicas son distintas.
No se engañen, reducir a un cuatrimestre una beca que lleva agonizando varios años ya no supone un desatino de esos a los que Wert nos tiene acostumbrados. La movilidad se ha degradado y no solo económicamente, también ante la opinión pública. Llueven las críticas, se cuestiona si un país debe contribuir a formar a estudiantes que luego se irán fuera y si la estancia vale más de lo que cuesta. Las oportunidades empiezan a cobrarse como oro y no por su significado, sino por su escasez. El erasmus, como todo en este país, se ha banalizado; por mucho que cientos de historias con nombre propio pretendan limpiar la mancha que otros tantos se han esforzado en dejar. Todo aquí es una batalla ideológica y como en toda batalla hay víctimas: los estudiantes. La afrenta que se interpreta como otro hachazo a la educación si se maneja bien puede resultar ser todo lo contrario: este año (por más o menos tiempo) 40.000 jóvenes se irán de sus casas con algo más de dinero en el bolsillo y -esperemos- cierta conciencia de que esta oportunidad única probablemente sea de las pocas que tengan de momento. Y esto, como todo, también tendrá sus detractores. Quien no quiere aprender, no entiende que otros sí quieran hacerlo ni que los lugares comunes son también a veces lugares de sentido común.
Mal de muchos, consuelo de tontos: el Erasmus es cosa de ricos ,
Acerca de Marieta Rosa Sánchez
De esas personas guapas que hacen que aunque seas listo parezcas tonto. Vosotros pensáis; yo escupo. https://twitter.com/maarieetaa