Año 2010. La Facultad de Ciencias de la Comunicación promete un aulario y lo prevé para 2011. Las obras arrancan en 2012. La construcción del aulario termina en 2013. Y justo cuando va a comenzar el curso 2013/2014, la facultad cancela su puesta en funcionamiento.
Primer cuatrimestre del curso 2010/2011. En la Facultad de Ciencias de la Comunicación (CCCOM) se implanta el nuevo plan de estudios, Bolonia, y con él, comienzan las primeras clases de los grados en Periodismo, Comunicación Audiovisual, Publicidad y Relaciones Públicas. El decanato de este centro, bajo el mando del profesor García Galindo, es incapaz de prever la falta de espacio del edificio para alojar a los nuevos conejillos de indias que son los graduandos. Tanto es así, que el inicio del curso se retrasa una semana, del 26 de septiembre de 2010 hasta principios de octubre de ese mismo año. Para entonces, han dado con una magnífica solución gracias al inestimable asesoramiento del rectorado de la Universidad: el sótano del aulario de Ciencias, el Severo Ochoa, acogerá a los novatos de CCCOM. Todo son risas y alegría.
Menos para los propios novatos. Cuando llegan al sótano del aulario lo rebautizan como ‘zulo’. El lugar aún no está acondicionado. El que fuera un garaje apenas tiene respiraderos, no tiene aire acondicionado, las ventanas tienen una altura de apenas unos treinta centímetros y ni siquiera se puede leer bien el proyector del que copiar de pe a pa el PowerPoint que el profesor está dictando en clase. Una puta mierda, vaya.
Estalla la revolución
Las condiciones infrahumanas en las que los estudiantes de grado daban clase provocó que se convocaran hasta dos manifestaciones a lo largo de los pasillos de la facultad reivindicando a decanato unas aulas más dignas. En cierta ocasión, se llegaron a ocupar hasta tres aulas de la facultad que estuvieron vacías durante horas, mientras algunos preparaban los dispositivos iMac para que detonaran cuando los profesores iniciasen sesión en el campus virtual.
La leyenda del aulario prometido
Terminó el primer año de Bolonia y aún no se sabía nada del aulario. Cuando la primea promoción de graduandos ya cursaba segundo y 2011 estaba acabando, el aparcamiento comenzó a despejarse y se instalaron las primeras vallas. Pero para los novatos de entonces, el zulo era un mundo nuevo. No se quejaron demasiado, a pesar de que las condiciones tampoco habían cambiado mucho, tal y como reproducía este reportaje que se publicó en El Observador (en el marco de la colaboración que esta publicación y esta revista acordaron entonces). Sí, ahora había aire acondicionado, pero el zulo seguía -y sigue- recordado más a un garaje que a un aulario.
Al fin, en febrero, se comenzó a aporrear el suelo para cimentar las bases de lo que sería el futuro complejo educativo. El comienzo de las obras dignificó el percusionismo callejero ante los exquisitos oídos de los estudiantes de las bibliotecas de Filosofía, Ciencias, Psicología o los oídos más modernos de los propios estudiantes de CCCOM. Menudos bailoteos se pegaron algunos.
Un mes después, esta revista adelantó el plano del por entonces aulario inexistente, unas seis clases que ayudarían a descargar el hacinamiento de los estudiantes que ahora habitaban los zulos de Ciencias. Los estudiantes que aún recibían sus clases allí ya se lo tomaban con humor (qué menos). Y entre bailes de monos y entre cervezas Victoria en inauguraciones de exposiciones en Galería Central fueron pasando los días. Las noches en el bar tapería Ágape no lograron tapar los amargos recuerdos de lo que podía ser y no fue: recibir los primeros años de formación universitaria en aulas por encima del nivel del mar. Las obras, eso sí, continuaban a buen ritmo. El aulario iba a costar 720.000 euros, qué menos.
Cariño, creo que nuestro vecino es un generador de cáncer
Ya en febrero de 2012 saltaron las primeras alarmas cuando Demetrio E. Brisset, catedrático de la propia facultad de CC. de la Comunicación, publicó una Tribuna Abierta en la revista El Observador. En su artículo hablaba de los cables de alta tensión que cruzaban el campus, y decía de ellos que eran culpables de que la facultad recibiese la mención de edificio enfermo, puesto que la presencia de este cableado y de su campo electromagnético aumentaba la tasa de enfermos con cáncer de tiroides. TOMA.
Pronto La Taberna retomó la colaboración con El Observador para publicar un ligero artículo hablando de la preocupación de los estudiantes de la facultad sobre este mismo tema. ¡Quién se iba a imaginar por entonces que lo que venía a ser la elucubración de un profesor y la preocupación de unos alumnos iba a motivar al Consejo de Gobierno de la Facultad a no abrir el aulario! Jejeje.
Nos colamos en el edificio y nos arriesgamos a morir de cáncer
Tuvimos que esperar hasta marzo de 2013 para poder ver el interior de lo que iba a ser el nuevo Aulario VI, ya casi terminado. Los reporteros intrepidos de La Taberna Global, Miguel Ángel López, Isa Hueso, María Rosa y Luis Sánchez, elaboraron un vídeorreportaje en el que hablaban de un aulario traído del futuro, con enchufes y todo. En el mismo, Hermes, representante estudiantil de E-COM (asociación universitaria de la facultad de CC. de la Comunicación) explicaba que los retrasos en la obra ya tenían que ver con estos cables.
Durante los exámenes de septiembre de 2013 el aulario abrió sus puertas para acoger, a fala de que se instalasen los equipos de aire acondicionado, los exámenes de convocatoria extraordinaria. Estos exámenes se celebraron apenas a un mes de que comenzase el curso 2013/2014 (presumiblemente el último año de la primera promoción de los primeros estudiantes de grado). Lo último que se sabe es que la Facultad ha confirmado que no abrirá el Aulario VI este año, por lo que precisamente los estudiantes que hace tres años se manifestaron por unas aulas dignas y un aulario nuevo serán los estudiantes que no verán el fruto de sus protestas. ¿El motivo para no abrir el aulario? Precisamente por el que alertó el catedrático Demetrio E. Brisset a El Observador, bajo unos fundamentos (que los cables de alta tensión dan cáncer) aún no comprobados científicamente.
Seguiremos informando.
Otro año sin el aulario prometido,Acerca de Alberto R. Aguiar
Estudio y dirijo todo esto. No quiero acabar en Sálvame.