La Trinchera no se vino abajo, Havalina dio su espectáculo. Un directo contundente. Todo lo contundente que puede sonar el sonido de una guitarra, una batería, un bajo, afinaciones graves, mucha distorsión y un par de huevos.
TEXTO: Alberto R. Aguiar | FOTOGRAFÍA: Isabel Vargas
Las puertas se abrían a las 21h, pero los madrileños Havalina no aparecieron hasta dos horas después. Con el pudor que le es habitual, Manuel Cabezalí, vocalista y líder de la banda, saludó al público y agradeció su asistencia. Comenzaba una hora y media de distorsiones, noise, y sonido guarro en general. Y aunque la hache de Havalina sea muda (/havalina/, no /javalina/), la noche del jueves 11 de abril al viernes 12, los veteranos (el grupo ya suma más de 10 años en activo) tuvieron mucho que decir. Mínimo, presentar en Málaga su último disco, ‘h’, enchufados después de hacerlo en acústico a finales del año pasado en un ciclo de conciertos íntimos.
Aunque la banda de stoner moña rock tiene en su haber cuatro discos en español (después de abandonar el nombre de ‘Havalina Blu’ y dejar atrás su trayectoria en tres LPs en inglés), el sempiterno olvidado en sus conciertos vuelve a ser Junio (2008). El primer disco de la banda en el idioma de Cervantes no logró colar ningún tema en el set-list del bolo, de más de hora y media. Además, el de “h” (2012, disco en presentación) es un directo algo falto de contundencia. Los primeros rasgueos de Norte, a pesar de evidenciar las intenciones de los madrileños (“he perdido el norte, / ahora bajo al sur”) no logró que la sala rugiera como lo hizo tras escuchar un correcto Viernes, perteneciente al mismo disco, y arrancar la desazón de Sueños de esquimal (Imperfección, 2009) o Tu ciudad (Las hojas secas, 2010).
“Buenas noches, Málaga. Nunca habíamos tocado en esta sala y está siendo una grata experiencia”. Cabezalí hizo acopio de toda su inventiva e imaginación para extasiar al auditorio con palabras inauditas en todo músico dando un concierto. Antes de seguir trabajando su retórica, Havalina continuó repasando su último trabajo con La Antártida empieza aquí, demostrando que su último trabajo ya iba cogiendo en el directo consistencia. “Quiero no cansarme nunca de escuchar tu voz”, escupió Cabezalí. Hacían repunte con Imperfección, del disco homónimo, para dejarse las muñecas tocando Viaje al sol. Esta última fue la más brillante del directo de ‘h’. La canción terminaba con un “hoy me viste la oscuridad”. No cupo duda, y el público estalló cuando comenzó a sonar Objetos personales. Una inusual canción de amor, de cuando sólo puede guardarse “el tiempo perdido”.
Pero Cabezalí, Celma y Couceiro no perdieron el tiempo. Advirtieron de una incorporación de última hora en el set-list. “Va por alguien que está aquí, ahí queda eso”, confirmaban. El sonido de la banda se bajaba del Jumbo para lamentar que “solo queda la pared”. Tras las relaciones tormentosas de los miembros de la banda, que obligaron a vomitarlas en su discografía, Cabezalí vive un momento dulce. Tiene un gato. Y así, sin más, surgió y sonó en Málaga Compañía felina. Que de bichos iba la cosa lo recordó el bajista, Ignacio Celma. “Esta va para los animales”, antes de arrancarse con otro tema de su último disco, Animal dormido, animal despierto. Los rasgueos ultrapesados volvieron a hacer acto de presencia con uno de los himnos del grupo, Desierto.
Manuel Cabezalí como vocalista, Ignacio Celma como bajista y Javier Couceiro como baterista se despidieron de una Trinchera que aguardó pacientemente unos cinco minutos para que volviesen a hacer su bis. “¡Qué sorpresa! ¡Eh! ¡Aparecer desde ahí!”, ironizó Cabezalí, haciendo gala de su humor. Se disponía a ser corista de su bajista, con quien intercambiaba roles. Sonaría El estruendo, en el que Celma se atrevía a cantar su tema poco después de felicitar el cumpleaños a un tal Ángel. “Primera y última vez que felicitamos a alguien, no lo pidáis más”, recordó entre carcajadas. Ahora sí, los de la “h” muda terminaban su concierto con su tema por bandera, Incursiones, que normalmente dura tres minutos pero que alargaron hasta un cuarto de hora, en el que Cabezalí saltó a tocar la guitarra entre el público o Couceiro dejó su lugar a uno de sus managers para que compartiesen tablas. Qué más decir. Una hora y media de stoner rock sin equiparables grupos en España.
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Acerca de Alberto R. Aguiar
Estudio y dirijo todo esto. No quiero acabar en Sálvame.