El Málaga de Pellegrini sigue sin volver a su senda de buen juego y victorias. Con este empate 0-0 ante el Atlético de Madrid, ya son tres los partidos sin ver puerta. Aún así, continua en un buen cuarto puesto con 43 puntos.
Foto: ABC
No hace mucho existía un humilde equipo fútbol que se paseaba por los campos de Europa luciendo un juego asociativo y alegre, muy vistoso. Incluso en los feudos del viejo continente, dónde solo conocían de Andalucía el sol y la playa, se levantaban para recibir al conjunto albiazul y, ante el asombro de los noveles, decían: “Yo te conozco, tú eres de El Ingeniero”. El Málaga de Manué está acarajotao, deambula sin criterio. Más que cansancio físico, la fatiga es mental. Apenas se perciben los rasgos que le identificaban, demasiado previsibles y sin alternativas.
El empate ante el Atlético de Madrid no es mal resultado si sólo valoramos la entidad del adversario –puntuar ante el segundo clasificado siempre es positivo-, pero el sabor es agridulce. El envite era una ocasión de oro para recobrar sensaciones y dar carpetazo a la mala dinámica del equipo de las últimas jornadas: rival competitivo en casa –¿No os suena a portugués?-.
Los primeros cuarenta y cinco minutos fueron muy desesperanzadores para la parroquia local, los rojiblancos arrinconaron al Málaga en su campo. Más intensos, la superioridad posicional era bestial. Simeone plasmó en el césped lo que demostró en la rueda de prensa previa al encuentro, había estudiado al conjunto andaluz y la disposición táctica ahogaba a los albiazules.
El Atlético de Madrid comenzó con la línea de presión muy adelantaba, Diego Costa, Falcao y Rodríguez marcaban a los zagueros para que Caballero recurriera al balón en largo para empezar la jugada. Además, cuando los centrocampistas recibían, tenían encima uno o varios jugadores rojiblancos que le impedía girarse o asociarse con limpieza incurriendo en numerosas pérdidas en la iniciación.
Pellegrini, superado por su homólogo en la pizarra, no supo o pudo solucionar la desconexión entre su defensa y delantera. El Málaga ha encontrado en el balón a Santa Cruz una mala alternativa, el paraguayo pelea todas pero baja muy pocas. Sin laterales largos –algún día hablaremos de Monreal-, el conjunto andaluz se torna previsible. Aunque Antunes demuestra hechuras, no entiende el idioma. El portugués no lee las jugadas que profesa el chileno como hiciere el navarro o, en su defecto, su compatriota Eliseu. Ante el Atlético de Madrid, Gámez volvió al once titular –que no reapareció- pero ni subió con criterio ni centró con peligro –este último dato no es novedoso, pero quería recordarlo-.
El segundo tiempo fue más igualado, los rojiblancos adecuaron el nivel al de su rival. Ambos equipos parecían haber firmado tablas en los vestuarios y ofrecieron una segunda parte tediosa, sin goles ni uys. Sería injusto destacar que, a pesar de la flagrante superioridad visitante en la primera mitad, los locales no sufrieron ocasiones manifiestas de gol. Tan injusto como no recordar que señalar sólo la buena defensa de un equipo ofensivo es, quizá, la mejor crítica e indicio a la reflexión. El Málaga no está, se perdió; ahora sólo falta que se encuentre a sí mismo.
