Pellízquenme, que no se lo que escribo. El Málaga ha dado un paso más en su propósito de hacer leyenda venciendo incontestablemente al hiperdefensivo Milan, un coloso venido a menos. El gol malaguista vino por parte de Joaquín, que volvió a redimirse (como el sábado pasado ante el Valladolid) de un penalti fallado en la primera parte. El Málaga lidera su grupo ahora en solitario, con siete goles a favor y ninguno en contra, obteniendo así el mejor registro de entre todos los participantes de la actual Champions League y asegurándose salvo hecatombe su presencia en octavos.
La última vez que un italiano conquistó Málaga fue hace veintitres siglos, tras las Guerras Púnicas que desembocaron en la conquista de “Hispania” y con Escipión al frente. No queremos comparar a las temibles tropas romanas de la época con este plano y predecible Milan, pero la verdad es que el equipo rossonero, pese a estar en su mayor depresión de juego y resultados de las últimas décadas, sigue guardando esa tosca efigie imperial que invita a guardarle pleitesía o, al menos, respeto.
Y como al césar lo que es del césar, los blanquiazules comenzaron el choque cautelosos, guardándose bien de la funesta y traicionera pegada de los equipos transalpinos. Bajo una copiosa lluvia pasaron los primeros treinta minutos en tierra de nadie, pero esta etapa fue infructuosa para los milanistas, especialmente capados por un sistema táctico excesivamente conservador. Pese a ser una escuadra relativa e históricamente superior, los de Allegri plantearon el partido con una defensa de cinco hombres, dejando “espacio” a sus carrileros para “acompañar el ataque”. Tal cobardía se evidenció en el juego rojinegro, que de ramplón y falto de recursos acabó dependiendo en demasía de El Shaarawy, uno de los pocos jugadores de talento que aún permanecen en la capital lombarda.
Quitando alguna acción aislada del joven de procedencia egipcia y algún disparo contado de Pazzini, los italianos perdieron la oportunidad de haber sorprendido al Málaga antes que despertara. Los de Pellegrini, con el balón en su poder, son capaces de plantar cara a prácticamente cualquier equipo de Europa. Muestra inequívoca de ello fue el magnífico cuarto de hora de fútbol que practicaron los costasoleños antes de llegar al descanso, demostrando a las claras quien pretendía la victoria y quien se limitaba a verlas venir.
En los quince minutos previos al descanso se sucedieron un carrusel de jugadas y ocasiones malaguistas, especialmente provenientes de la banda derecha, donde Joaquín y Jesús Gamez percutieron constantemente a Constant, indigno lateral para este equipo. El franco guineano, algo desquiciado por la presión a la que estaba siendo sometido, derribó en un lance al fuengiroleño dentro del área milanista.
El penalti pitado por Proença fue pero pudo no serlo, quiso ser gol pero de nuevo Joaquín la mandó más arriba del travesaño. Fue la segunda pena máxima fallada por el del Puerto en apenas cinco días, algo que parece haber cogido como costumbre, pero mientras siga suponiendo un acicate para sobreponerse y acabar metiendo goles que supongan victorias, bienvenida sea para los malacitanos. De villano a héroe, nunca a la inversa. El gaditano se marcharía en el descanso a vestuarios espoleado por una afición que le vitoreaba, especialmente conocedora de su magnífico estado de forma y trascendencia para el juego del equipo.
A la vuelta del intermedio, y pese a la tromba de agua que cayó en los primeros compases de la segunda mitad, tanto Joaquín como el equipo dieron un paso adelante, olvidando el nombre de su oponente para acometer sin tapujos las directrices del “Ingeniero”, aquellas que les conminan a tocar y tocar hasta ver puerta rival. Así, tras haber demostrado su manifiesta superioridad futbolística y en una maravillosa pared, Iturra, que cambió la brocha gorda por la fina, habilitó con un genial pase picado al ex bético para que, en boca de gol, batiera a Amelia apoyándose en el palo izquierdo.
Los de Martiricos, espoleados por una gloriosa afición, siguieron dominando a uno de los más grandes clubes del continente, subyugándolos a su particular visión del juego. Hoy, el fútbol ganó de nuevo la partida al anti-fútbol. David le propinó una buena pedrada en el ojo a Goliat bajo la atenta mirada de un Sheik que no sabe como salir del embrollo en el que le ha metido este histórico plantel ¿Con qué cara deja ahora Al-Thani este proyecto que ilusiona a medio continente? No se si finalmente el jeque conquistará el Qatar Stadium pero, sin duda, si Augusto viviera de nuevo, mudaría el teatro romano de Málaga a la Avenida de La Rosaleda, s/n. Lo nunca visto en el Imperio desde los tiempos de Asterix. Vino, vio y perdió.
Así pues, cuando los jugadores del Málaga tengan la edad de los del Milan, podrán contarle a sus nietos como fue la defensa de la inexpugnable “Bombonera”, donde una horda de fieles coreó como nunca su himno para acabar amedrentando a una de las más insignes huestes que han campado por el antiguo continente, una tropa de la que apenas queda su recuerdo, que habrá de renacer de sus cenizas como hicieron otros grandes. Esas cenizas no son más que el vestigio del incendio acaecido estos últimos años en Milanello, donde un Galliani enloquecido ha acabado difuminando con fuego todo halo de grandeza, vendiendo a sus más insignes estrellas entre chirriantes acordes de su ruda lira.
Vini, vidi, perdidi (1-0),