Comenzamos con el ciclo de tribunas en nuestra opinión seria (seria de verdad). Inaugura Mari Carmen Castro, @marikillarock en Twitter, con esta columna sobre los recortes en Educación.
Me disponía a cerrar el aula de representantes cuando me topé con un llanto ahogado a mi espalda. Familia monoparental, 2 hermanas y una prestación del paro a punto de agotarse. Siempre tuvo beca, pero este año no disfrutará de ella, además de tener que pagar una segunda y una tercera matrícula. La única forma de que pudiese pagar su matrícula sería ponerse a trabajar. Y todos sabemos que si algo sobra en este país es trabajo.
No nos engañemos, no es la crisis, esto es un proceso de privatización que empezó con el famoso plan Bolonia: un plan promovido por la UE y cuyas directrices han seguido todos los gobiernos con independencia de su color y que ahora aprovecha el contexto económico idóneo para llevarlo a cabo. Pero claro, por aquel entonces éramos cuatro locos que veían fantasmas donde no los habían y esos cambios no tenían, en principio, repercusión económica en el alumnado. Era todo demasiado abstracto.
Subiendo excesivamente el precio de las matrículas y endureciendo las condiciones para acceder a las becas se podría producir una fuga de los estudiantes de rentas altas hacia la universidad privada y la pública se degradaría hasta el punto de tener un gran problema económico. Se abriría una brecha similar a la que existe en Estados Unidos.
Eso de momento no va a suceder, puesto que por 2.000 euros de matrícula pública no va a haber una fuga ya que el coste de la privada asciende a unos 8.000 euros aproximadamente y la relación calidad/precio no es mejor. El problema real ahora mismo es que existen familias que ni de lejos se pueden permitir ese gasto.
Lo que hay que hacer, señor ministro, no es reducir el número de becas, es aumentar el control fiscal de las mismas. Por ejemplo, que no haya gente que, gracias a evasiones fiscales, se les otorgue una cuando no la necesita. Y estoy segura de que todo el mundo conoce un ejemplo cercano.
Por otro lado, compañeros míos: ¿Dónde estabais cuando se anunció el recorte del 60% en la Universidad? Quizás no fueseis del todo conscientes de lo que suponía eso.
Y vosotros, queridos profesores, me parece vergonzosa vuestra actitud. No os pretendo culpabilizar de la situación, ni mucho menos, pero decir “estamos en desacuerdo, hacemos lo que podemos, pero no es nuestra competencia” es más que insuficiente. Vosotros tenéis muchísimos más medios que nosotros, los alumnos, de hacer valer la Universidad pública, de dirigir una movilización real. Pero claro, a vosotros no os afecta, cuando vayan a por vosotros será otra historia.
¿Y ahora qué? ¿A seguir llorándole a la rectora, al decano, al vicerrector?
Espabilad y luchad por lo que queréis. Lo de “la educación pública no se vende, se defiende” no es sólo un eslogan, no es sólo una camiseta verde. Debe ser una realidad. El Gobierno usa cada día sus medios, legales, eso sí, para venderla. Nosotros debemos usar nuestros medios para defenderlas. Y esos medios no sé si serán o no legales, pero sí total y absolutamente legítimos.
Después de la tormenta, vienen las tasas,
