Rajoy se marcha de Málaga sin concretar nada

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Un discurso-bucle de dos ideas y media hora resulta ser el programa electoral de Rajoy, quien clausuró la Convención Nacional del PP ayer por la mañana

Foto: EUROPAPRESS

No es por faltar el respeto a todos aquellos miembros del Partido Popular que durante el jueves y el viernes se tuvieron que subir al atril a defender lo que será la línea de actuación de su partido a partir del próximo 20 de noviembre, pero… a nadie le importaba una mierda. O al menos esa es la sensación que daba el ver como el salón del Palacio de Congresos ya estaba abarrotado 45 minutos antes de que comenzara el acto de clausura. Y no es que estuviese sólo abarrotado, es que aún encima habían levantado gradas telescópicas que ampliaron el aforo del lugar a un millar de militantes o simpatizantes aproximados. Unos mil peperos que luego no tuvieron reparos en gritar consignas tales como “a por ellos, oé”, más propias de un campo de fútbol. Pero bueno, estamos hablando de política española, así que no dista mucho. Solo que en política, al menos por ahora, no hemos ganado ningún mundial.

A las 11.25 hacía acto de presencia en el salón el presidente de honor del partido, José María Aznar. Todo el público en pie, exacerbado, en éxtasis, aplaudía con furor al que fuese su líder hace ya ocho años. Seis minutos después, Mariano Rajoy, el actual candidato a la presidencia del Gobierno, hacía lo propio. El público, enfervorizado, seguía aplaudiendo mientras vitoreaba al gallego con gritos de “presidente, presidente”. Cuando los ánimos se calmaron, dio inicio un corto vídeo titulado “Grandes predicciones de la historia” en el que aparecían grandes frases que auguraban la decadencia del ferrocarril, de la televisión, de Los Beatles, o la imposibilidad de viajar al espacio exterior. Todas afirmaciones que, en su momento, fueron revocadas. Parece que ocurrirá lo mismo con la última afirmación, pronunciada por los socialistas hace un par de años, y con la que cerró el vídeo: “El PP jamás ganará en Andalucía”.

Arenas comenzó su discurso muy centrado en Málaga. Haciendo desde ya promesas. “Málaga no necesitará ir más a la Junta porque la Junta vendrá a Málaga”, dijo, refiriéndose a la futura oficina de la Consejería de Turismo andaluza, que se localizará en la capital de la Costa del Sol si el PP ganase las elecciones autonómicas el año que viene. Y es que en el seno de los populares, Málaga está muy presente. O al menos en eso hicieron hincapié esta mañana Arenas y en su momento Ana Mato. Quieren hacer de Málaga una ciudad importante a nivel europeo. El andaluz no pudo olvidarse como todos sus compañeros de las víctimas del terrorismo, y sobreentendiendo el contexto, recordó con gran efusividad a Martín Carpena, cuya mujer se encontraba en el acto. Arenas aportó datos de cifras del paro en la provincia después del gobierno de González, del de Aznar y del de Zapatero. Las cifras cayeron en picado en el mandato popular de un 30% a un 15%. Después de la gestión de Zapatero, el índice aumentó de nuevo a un 30%. El presidente del PP andaluz obvió los comentarios porque a su juicio “no eran necesarios”. No faltaron, además, las bromas tan extendidas estos últimos días relacionadas con ministros y gasolineras. Si vemos a un ministro en una de ellas, no tenemos por qué preocuparnos según dijo el político, porque estaría tratando “asuntos privados”.

Rajoy comenzó destacando que cualquier español que estuviera en la realidad se preocuparía por la actual situación del país. Aún no gobierna y ya excluye a compatriotas. Para luego, encima, decir que quiere ser “el presidente de todos los españoles”. ¿En qué quedamos?

Demagogia barata aparte, Rajoy si dijo algunas cosas buenas. Otra cosa es que no dijera mentiras. “No queremos que las administraciones hipotequen el futuro y que no atraquen el bolsillo de los ciudadanos”. “El PP no es enemigo de nadie”. “Quien cultiva conflictos no cosecha nada, quien cultiva afinidades cosecha consensos”.

Volviendo a la demagogia (y esta vez no es la mía), Rajoy aludió al sacrificio de su padre que se levantaba cada mañana a las cinco de la madrugada para prepararle los temas de las oposiciones para que estudiase, puesto que no le daba tiempo (¡ay, mal organizando! ¡qué presidente nos espera!) a prepararse bien la convocatoria. Hizo alusión a su figura paterna para que todos recordásemos qué tipo de sacrificios habían hecho los demás por nosotros… y probablemente, para que asumiésemos que nosotros íbamos a tener que hacerlos para salir de este barrizal en el que nos han metido.

En resumen, el discurso de Rajoy se reduce a un bucle de una media hora de “salir de la crisis es difícil, pero no imposible si todos estamos unidos” interrumpido por una masa enfervorizada que gritaba cosas tales como “a por ellos, oé” y “presidente, presidente”.

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Acerca de Alberto R. Aguiar

Estudio y dirijo todo esto. No quiero acabar en Sálvame.

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