Una pastilla, un aprobado

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Libros, esfuerzo y café. Mucho café. Estudiar siempre ha sido engorroso, y la constancia entre los universitarios, inapreciable. Por eso, la ingesta de sustancias como el metilfenidato durante época de exámenes, está aumentando año tras año.

El trabajo se acumula. Y mi cerebro, haragán como de costumbre, se niega a colaborar conmigo: tras 5 minutos 3 horas de intensa actividad, desconecta. La presteza nunca ha sido su virtud. Ni tampoco la mía. Pero por suerte lo tengo a él. Sí, al metilfenidato. Me tragué el comprimido e ipso facto, me topé con las sapientes palabras de Guadalupe: “Si la persona que la toma está nerviosa, el nivel de ansiedad puede aumentar desorbitadamente”. Y así fue. Transcurrida media hora, empecé a advertir, más de lo habitual, el latir de mi corazón…. ¿¡Pero qué narices es esto!?

El metilfenidato se encuentra en forma de fármacos, comercializados con denominaciones diversas en España: Concerta, Rubifén o Medikinet. Su indefinida capacidad para mantener al sujeto despierto y lúcido durante horas está desencadenando que su consumo se dispare en gran parte de los complejos universitarios españoles. “A mi me han contado que en la Facultad de Medicina sí se meten cosas”, confiesa Isabel María Vargas, una alumna graduada en periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Málaga. “Dicen que saben lo que hacen, que controlan”.

¿Control? ¡Claro! El dominio del narcótico es sencillo. Sus efectos, peculiarmente parecidos a los de la cocaína, según la Administración Americana para el Control de Estupefacientes, son considerados minucias para el organismo: pérdida del apetito, dilatación de pupilas, dependencia, tics, alteración del sueño, náuseas, irritabilidad, incremento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea y de la temperatura corporal, convulsiones, daños irreversibles en los riñones, brotes psicóticos… o incluso la muerte, si se ingieren dosis muy elevadas. Sin embargo, según Guadalupe Guzmán, psiquiatra en la USMI-J (Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil), la aparición de efectos secundarios es impredecible cuando el consumo se lleva a cabo en momentos concretos. “En general, los estudiantes las toman en periodos de exámenes, durante una o dos semanas quizás… Es común que la medicación desencadene tics, pero como luego la dejas, vuelves a tu situación basal”, asegura.

El 7% de los estudiantes de la UMA consumen drogas “inteligentes”

Pero el problema radica, como en la inmensidad de los temas actuales, en la despreocupación, la subrepción y la ignorancia social. “Hay veces en las que los jóvenes no conocen cual es la dosis que les corresponde ni cómo tomar la pastilla. Y eso es lo que supone contratiempos”, apostilla la psiquiatra. “Además, como no se considera una droga “dura”, la información en los institutos es prácticamente nula. Y es complicado encontrarla en Internet o incluso en los medios de comunicación”.

A día de hoy, la regulación existente en referencia a la compra y venta de estos medicamentos es la receta médica. Estos fármacos, dedicados fundamentalmente a los individuos que tienen como afección el TDA (Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad), sólo los logran obtener aquéllos “privilegiados” que conviven con sujetos sufridores de este tipo de alteraciones. “Pero los que las consiguen, luego las venden”.

Según los resultados de una encuesta realizada para La Taberna Global, el 7% aproximadamente de los universitarios de la UMA consumen metilfenidato. Aun así, todavía muchos desconocen la existencia de estupefacientes para el estudio (“¿Multicentrum? Ah, no…”), y cuando se les pregunta qué consumen en épocas de exámenes, la respuesta acaba convirtiéndose en una extensa enumeración de productos que, como el café, las bebidas energéticas o las vitaminas, siguen siendo seguros y de fácil adquisición.

 

Nota: Este artículo ha sido realizado bajo los efectos del metilfenidato.

 

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Acerca de Raquel Fernández

Estudiante de periodismo en la Universidad de Málaga. Redactora en La Taberna Global.

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