Era 30 de noviembre de 1835. Y era Florida. Allí nacía, un poco más, la literatura. Allí nacían, un poco más, lo que fueron nuestras tardes de domingo y de libros. Allí nacía Mark Twain, importante escritor americano del siglo XIX.
Un nacimiento marcado por el cometa Halley. Nacido dos semanas después de su mayor aproximación y una infancia en Hannibal, ciudad que usó de escenario en sus novelas. Un niño sin estudios, huérfano de padre a muy temprana edad y con trabajo.Tipógrafo y colaborador en varios periódicos pero, principalmente, viajero, con ganas de aprender y buscando dicho aprendizaje en bibliotecas públicas.
Sus problemas financieros marcaron también su vida, que terminó el 21 de abril de 1910, no sin antes predecir:
«Vine al mundo con el cometa Halley en 1835. Vuelve de nuevo el próximo año, y espero marcharme con él. Será la mayor desilusión de mi vida si no me voy con el cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho, sin duda: ‘Ahora están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir’. ¡Ah! Lo espero con impaciencia.»
No se fue Mark sin antes enseñarnos a las personas. El príncipe y el mendigo y cómo la inocencia, los niños, son capaces de engañar al mundo y de decir: somos iguales y nunca os habéis dado cuenta. Y conocer a las personas para ser capaces de diferenciar. O de querer.
Twain no abandonó la corte en sus novelas. Y así se enfrentó a Un Yanqui en la Corte del Rey Arturo, en la que, un viaje en el tiempo, como el que él siempre uspo proporcionarnos, lleva a un joven del siglo XIX al siglo VI, el de las leyendas de Arturo, dando consejos, prestando conocimientos. Como toda la vida, como sigue haciendo, como siempre hizo Mark Twain.
No menos importantes fueron los niños de Twain: Sawyer y Huckleberry Finn. Novelas llenas de amor, aventuras, luchas, pobreza, tristeza y salir adelante. Cuando Twain nos enseñó, tantas tardes, tantas infancias, que la valentía, la persistencia, nos harán grandes, sin pensar qué había detrás o qué fuimos, pero sin dejar de recordarlo. Mark Twain nos habló de Sawyer y Huck, de cómo dejar de ser niños y enfrentar lo que queremos y nos conviene, enfrentarse al mundo por Rebecca Thatcher, desafiar a la vida, a la muerte, a lo que los mayores, a veces no entienden: que la vida, a veces, no sólo se basa en respirar, que era mucho más que eso.
Pero había alguien que siempre lo supo y que, además, nos lo enseñó: Mark Twain. Hoy, 176 años después de su nacimiento, muchos lo han olvidado. Otros, sin embargo, queremos ser Rebecca y perdernos en galerías abandonadas a la espera de encontrar una salida. Y salvarnos.
Cuando el cometa Halley nos visitó,Acerca de Rocío García
Parte de la generación PAPEL, del libro 'Dorian ha muerto' y 'La vida por delante''. Buscando un futuro en la UMA, Periodismo. Rompiendo ordenadores se aprende a usarlos, también internet. Buscando a Oliveira con una cámara de fotos la mano. Y ahora, lo que faltaba: (In)culturizando La Taberna Global.
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