¿Cómo alguien de 26 años puede ser diputado?

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Alberto Garzón, diputado en el Congreso por IU (Málaga) se autoformulaba esta pregunta. La respondió ayer mismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, ante decenas de estudiantes de Periodismo.

Garzón con un Mac. ¿Y este va de proletario?

Hay dos clases de políticos. Los que se pasan la campaña electoral dando el coñazo al electorado y tras la “fiesta de la democracia” se vuelven a la cueva y dejan en paz a los ciudadanos, y los que se pasan la campaña electoral dando el coñazo y después de las votaciones siguen dando el coñazo. Alberto Garzón es un político del segundo tipo. El recién electo diputado en el Congreso por IU ha vuelto a la Universidad de Málaga para dar una charla ante decenas de estudiantes de Periodismo. Lo hizo el pasado martes 22, pocos días después de que arrancara la campaña electoral de las elecciones a rector. El candidato Ricardo Redoli aún no ha desmentido su relación con la coalición de izquierdas, que este medio le atribuye (seguimos sin saber quién es).

Garzón contó cómo se meteorizó su carrera política, cómo cosecha tantos éxitos, por qué el sistema bipartidista está blindado… Vamos, lo de siempre, pero sin votos en juego. “Nuestra candidatura en particular era distinta a la de los demás”. El diputado ya no tenía ni nada que ganar ni nada que perder. Pero el discurso se lo tenía ya aprendido desde la campaña y no se iba a deshacer de él tan pronto. Hizo lo de siempre: llenar los oídos de su público de indignación. Tantos meses en las plazas (que ha desembocado en la mayoría absoluta del PP, por cierto) pasan factura. Pero esta vez, arguyó haciendo referencia constante a su extenso anecdotario. “Escribimos un libro sobre economía. Lo íbamos a publicar a través de una editorial de PRISA. Al final nos dijeron que no saldría antes de las elecciones, y después, que ya veríamos”. Y todo por dos líneas incómodas en las que el joven economista ejemplificaba la mala práxis bancaria con Emilio Botín (en lugar de hacerlo con el verdadero culpable de la crisis económica, Pepiño Blanco, el (ex, por fin) ministro ese que se dedica a ir a gasolineras a reuniones y no a consumir).

Pero al margen de su (exquisita, por qué no decirlo) retórica perroflauta, Garzón dejó detalles interesantes en esa clase de Periodismo. Como por ejemplo, que el equipo de producción de 59 segundos, el aclamado programa de debates de la televisión pública, está lleno de “rojillos” que contaron con él para un especial dedicado a políticos jóvenes. En realidad no contaron con él, sino que les falló uno y Garzón fue de rebote, pero es lo mismo. Al menos eso piensa el diputado. Cuando IU anunció su candidatura por Málaga, los medios hicieron lo que han de hacer. Publicidad al raro. “¿Un político de 26 años? ¡Qué bicho! Venga, vamos a venderlo. Joder, encima del 15-M, a meter baza”. Y por eso, ahora, es famoso. O eso nos explicó.

Y si de medios va la cosa, volvemos a vueltas con la indignación. Y es que si por un lado, la popularidad de Alberto Garzón es tal gracias en buena medida a los medios, a la vez son estos mismos los culpables del bipartidismo (y de la etiqueta de perroflauta que le ha caído al rojo este). La cadena pública autonómica (Canal Sur, para los que nos leen desde el extranjero) sólo podía ceder unos veinte segundos a Izquierda Unida para que, en rueda de prensa, resumiera su programa y que se emitiese en el telediario. “El criterio que la Junta Electoral usa”. La realidad, aún así, es que la Junta Electoral cede «X» segundos a cada partido en función de los votos percibidos. Entonces nos encontramos con una de las mayores vicisitudes que el sistema electoral provoca: para conseguir más votos, tienes que hacer más publicidad y llegar a más gente, pero para hacer más publicidad y llegar a más gente, tienes que conseguir más votos. Y todo por culpa de Pablo Iglesias* (*licencia histórica, que culpar a Zapatero de todo ya está muy visto).

Por último, Garzón defendió a capa y espada durante el turno de preguntas el modelo de sociedad que IU pretende instaurar y que todo el mundo conoce (vamos, su utópica idea en la que todos somos felices viviendo en un gulag).  Que si banca pública, que si el Estado tenga más poder (¿y qué más? ¿que los políticos imputados por corrupción no puedan ir en listas? Vergüenza).

“¿Y podrá IU hacer algo para cambiar todo esto?”, pregunto una alumna. Alberto Garzón, entonces, sonrió. “Hombre, sí. Con una minoría absoluta es difícil, pero lo intentaremos. Contamos con la presión de la calle”. ¿Sedición?

 

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Acerca de Alberto R. Aguiar

Estudio y dirijo todo esto. No quiero acabar en Sálvame.

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