“Ganar nos vendría bien”

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El circo mediático entorno a la actualidad deportiva está pensado para alimentar el ansia de entretenimiento de unos espectadores con falta de sentido crítico.

El tema de agenda se coló lamiendo el palo de la pequeña portería de la noticiabilidad. Antes de lo necesario pero nunca antes de lo exigido por el público, hambriento de voces que le recuerden la perspectiva de olvidar, una vez a la semana, delante de la televisión. El entrenador del Gran Equipo entró a la rueda de prensa y la expectación superó a la rutina. Todo es noticia cuando el teletipo no surte a la mente sino que alimenta a la barriga. El técnico se sentó delante de mil micrófonos, consciente de que cada gesto será la base de decenas de reportajes y crónicas dispuestos a rellenar los cientos de minutos dedicados al acontecimiento. Y habló. Autómatas lo registraron, autómatas lo publicaron, autómatas desgranaron cada fonema en busca de un nuevo sentido para los debates. “Equipos así pueden sorprenderte: en este tipo de partidos nos dejamos los 3 puntos”. Los analistas advierten. “No es el mismo equipo que el año pasado”, rayando en la obviedad cuando no en el ridículo cuando “no es el mismo equipo que en la ronda clasificatoria”, jugada hace escasas semanas. El entrenador del Gran Equipo mira a las cámaras y con semblante serio afirma que “ganar nos vendría bien”. Titulares, despieces, comidilla de tertulias. Seguidos de la malaria en África.

El entrenador del Equipo Pequeño disfruta de la (in)esperada notoriedad. Quizá sorprenda con algún abrupto, aplaudido y carcajeado por los medios como quien es indulgente con un niño travieso. En caso contrario, afirma que “no han venido al Gran Campo del Equipo Grande para encerrarse”, que “el Gran Equipo es un gran equipo” y que “intentarán llevarse los tres puntos”, implícito en su contrato: tal vez, si no intentara llevarse los tres puntos, incurriría en un delito laboral. La mentira se silencia tras el acontecimiento, se obvia, se esconde para tapar la mutilación del inválido. El Equipo Pequeño cubre la pequeña cuota de pantalla destinada a descubrir la vulnerabilidad de los laterales, o con suerte, su esfuerzo heroico para seguir existiendo, indispensable para continuar siendo la fea del baile; la puta que previo pago puede hace bien sus servicios, cumple su papel, con la reserva del bocado que infringirá en las vergüenzas si descubre que no defiendes bien tus córners.

Se juega el partido.

La zona mixta se inunda de cicerones. “Estamos muy contentos por conseguir los 3 puntos”. “Hay que seguir trabajando”. “Esto es sólo un paso más”. Las preguntas no son preguntas, son afirmaciones, contradiciendo de manera flagrante el modus operandi del periodista convencional. Las respuestas no son respuestas, son tópicos sacados del manual de estilo de la organización, contradiciendo la enfermiza insistencia por captarlas a toda costa. El protagonista del partido, rodeado de focos, oculta su alegría para seguir al pie las consignas de lo moralmente permitido: “lo importante es el equipo”, resultando ser una bufonada que juega con la comprensión de los oyentes. Oyentes encerrados en un circo donde las empresas son equipos y los trabajadores tienen sentimientos. A veces, el ego supera las consignas y las ganas de llamar la atención abren un cisma en la papilla de fácil digestión de las declaraciones. Los tertulianos se meten a filósofos y el espectador descubre que el debate moral es como el mejor de los vinos, con sabores exuberantes escondidos tras el amargo de la sorpresa gustativa.

Si el Gran Equipo gana todo seguirá su curso y los héroes de mitad de tabla para abajo seguirán regodeándose con el ostracismo. Pero si el Gran Equipo pierde, la conmoción por la ruptura de lo establecido supera todos los niveles, trasciende a todos los ámbitos. Los jugadores del Equipo Pequeño pasan de asalariados soportando el trámite a pequeños burgueses el tiempo justo para que la opinión pública centre su atención en la tragedia de la derrota. El apocalipsis. El fin de un ciclo. Los jugadores que semana antes acaparaban todos los focos ahora son torpes y descoordinados, y el resultado de una jornada sirve como base para elaborar una predicción del resto de la temporada. Pasar por alto el factor del azar, vital para el análisis riguroso, transforma el tabloide en panfleto. La jornada siguiente, para el espectador imparcial, implicaría un doloroso ridículo para los profetas, pero lejos de eso el rumbo sigue y el error, cuando se traga, no es error.

Poco a poco todos se olvidan, el próximo partido vuelve a copar las portadas, el técnico vuelve a hablar en sala de prensa y todos lo escuchan como si no formara parte del pacto tácito del negocio. Y sacamos en titulares la estúpida obviedad, rozando el insulto, de “ganar nos vendría bien”.

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Acerca de Javi Skan

Anarcosindicalista. Igualdad, fraternidad y socialismo. Me duele la cara de ser tan GRAPO. ¡Venceremos! No, es broma. Dirijo este medio mientras hago como que me intereso en mi último año de Periodismo en la UMA. Vuestras opiniones me parecen una mierda.

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