La grave situación del sistema educativo en España requiere una respuesta firme e integradora que deje al margen todo tipo de reivindicaciones ideológicas.
Los jóvenes españoles deben ser el futuro de España, no de Alemania, Suiza o Reino Unido. Por ello, hoy más que nunca, se antoja imprescindible apostar por ellos, y parece obvio que un recorte de tamañas proporciones en materia educativa, probablemente el pilar fundamental de todo estado de bienestar, no afecta de manera positiva a la situación de crisis social e intelectual en la que está sumida el país. Pero se ha ejecutado, y no queda otra solución que mostrar nuestro descontento. Y para mostrar el descontento, dada la imposibilidad –o inutilidad– de acudir a las urnas, es preciso salir, pacíficamente, a la calle.
Al pedir una movilización estudiantil no estoy descubriendo nada nuevo. Al contrario, en la Universidad de Málaga se han convocado un sinfín de manifestaciones a lo largo del año, algunas con más seguimiento y otras con menos; algunas con más motivos y otras sin ellos. Precisamente este segundo tipo de concentraciones proclives a la politización –véase la marcha contra la reforma laboral, que no afecta directamente a los alumnos– están actuando como factor deslegitimador de un colectivo que siempre debe ser escuchado.
En esencia, estamos llegando a una situación en la que no se distingue lo vital de lo superfluo, lo necesario de lo codiciable. Una situación que es necesario revertir. Y es que en el punto en el que nos encontramos, toda manifestación estudiantil acaba estando condicionada por las convicciones ideológicas de sus asistentes. Así, se mezclan consignas legítimamente deseables con otras de marcado cariz ideológico que, lejos de ayudar, distancian aún más a los colectivos que no se ven representados.
Es esencial un movimiento de unidad que integre a todo tipo de estudiantes independientemente de su ideología. Un movimiento que se marque un fin común y deje de lado las apetencias y ambiciones particulares. No hace falta, para defender una educación pública y de calidad, ondear una bandera republicana o una preconstitucional. No procede llamar a un Ministro “hijo de puta”, sino emplazarle a reconducir sus políticas. Tampoco parece pertinente luchar contra un sistema opaco, falaz y corrupto poniéndonos a su altura. No se necesita coacción, sino convicción. Si por algo debe caracterizarse una corriente que pretende cambiar el mundo es por no ser como el resto del mundo. Y para ello se precisa paciencia. Porque, como decía Francis Bacon, la verdad es hija del tiempo, no de la autoridad.
Por una educación sin ideologías,Acerca de Manolo García
Fui becario en SUR para ganar experiencia y poder trabajar aquí. Ahora mismo no tengo novia, y estaría interesado tanto en una relación seria como en algo esporádico. Mis opiniones no me representan a mí, sino a otra persona. Ahora mismo tengo llamadas entrantes gratis.