La Casa Invisible es una casa okupa convertida en un centro cultural y social apto para todos los públicos. Está situada en el centro de Málaga y, por primera vez, la Invisible se deja ver para mostrarse ante la Taberna Global.
En pleno centro de Málaga, no muy lejos del ruido, de las tiendas, del humo gris, situada junto a calle Carretería y muy cerca de calle Granada, donde (aún) los adoquines son los mismos, se encuentra La Casa Invisible, en el número 11 de calle Nosquera. Y ahora dinos, ¿es que nunca te has preguntado dónde se refugian los perroflautas cuando llueve?
La Casa Invisible es una casa okupa donde el arte 
y la revolución fluyen en perfecta armonía. En marzo del año 2007, un grupo de ciudadanos y de creadores pusieron en marcha este centro cultural. “Se convocó un acto dentro de una red que teníamos llamada Precarios en Movimiento. Además, lo hicimos coincidir con el Festival de Cine de Málaga para señalar el contraste existente entre la cultura del espectáculo y la que nosotros planteábamos, una cultura libre, una cultura continua, del día a día”. Así nos lo cuenta Juan, un integrante de este grupo horizontal que se ocupa de la dinamización y organización de asambleas, así como de la comisión de economía. “Aquí funcionamos así: dependiendo del tiempo del que dispongas, te ocupas de una cosa u otra.” Juan también es el encargado del lado más político de la casa. “Ahora mismo, estamos colaborando con el 15-M, y la plataforma Democracia Real Ya celebra aquí sus reuniones”.
Y es que en este gran solar se llevan a cabo todo tipo de talleres: desde clases de danza hasta lecciones de castellano, pasando por la enseñanza del teatro. Todo bajo un nada fiable techo que conforma el tejado de esta peculiar infraestructura, que, además, funciona por autogestión. De esta manera, esta casa okupada por la cultura se mantiene gracias al trabajo voluntario de quienes participan en ella, así como algunas donaciones.
Pero este centro también es un espacio donde se realizan una gran cantidad de debates sociales a los que todos los malagueños tienen la posibilidad de acceder, al igual que a todas las actuaciones musicales que se celebran en La Casa Invisible. “El centro está abierto para todo aquel que quiera crear y que no sepa cómo o dónde hacerlo”, nos cuenta una chica que colabora como camarera en la cafetería.
En esa misma cafetería, en la que ni el mismísimo Marx podría poner pega alguna a los precios establecidos, Juan nos habla sobre el proceso de okupación de la casa. “Hemos vivido varios momentos de tensión. Antes de que se produjera el intento de desalojo, mantuvimos varias reuniones con el Ayuntamiento hasta alcanzar este momento de
estabilidad. Hace casi un año firmamos un protocolo en el que nos comprometíamos a cumplir ciertas condiciones relacionadas con la limpieza, el ruido, los gastos de luz y agua, con el objetivo de obtener una cesión de uso (no de propiedad) de la casa”.
Algunos leen libros sobre movimientos sociales y culturales en la librería de la casa. Otros disfrutan de la conexión gratuita a Internet. Muchos caen en la más profunda decepción al descubrir que las páginas web con contenido pornográfico están restringidas. Un señor se ofrece a enseñarnos las distintas habitaciones del solar. Oímos risas, murmullos, música. Curioseamos por los resquicios de las puertas medio abiertas. Vemos personas de toda clase y condición. Mentira. En realidad son todos del más tercerísimo estamento medieval. Pero la heterogeneidad está en las razas, en las culturas y en las personas que conviven dentro de esa singular estancia. Los invisibles que luchan por un mundo más justo, en el que no falte el arte. Y que se vea bien.
Acerca de Isabel Bellido
Choni letrada. Último curso de Periodismo en la UMA. Escribo en La Taberna Global y en El Observador, y llevo dos veranos juntando letras también en Diario SUR. Aunque allí soy un poco más formal.
