Esta entrada estaba pensada para sacarla el 20 de diciembre por la noche o el 21 tempranito con el mismo título, pero a Manolo se le jodió el ordenador y hemos tenido que publicarla ahora. Repetimos muchas palabras como “orgía”, “década” o “melodía”, pero son términos estrictamente. Bueno, “melodía” no tanto. La lista se centra en el indie/rock alternativo de los últimos años, que ya nos han dicho eso de “asiaidBob Dylan Pink Floyd aiddadq José Mercé”. Por Manolo García y Nacho del Río.
Blur – Parklife (1994)
El Parklife no sólo ha sido capaz de sobrevivir a la larga sombra de “Song 2” con el paso de los años, sino que ha acabado emergiendo y consagrando a Blur como una de las bandas más influyentes del llamado britpop junto con los Stone Roses y Pulp. Con 16 canciones –32 en ciertas versiones de las que se recomienda prescindir–, los de Colchester presentan un álbum a primera vista superficial con temas en los que, sin embargo, caben dos, tres y cuatro lecturas de mayor calado. Desde la melancólica (?) “Bad Head” al clásico de masas “Parklife”, pasando por los contagiosos falsetes de “Tracy Jacks” o la repelente “Clover Over Dover”, el Parklife se acredita a sí mismo como la mejor carta de presentación de Blur olvidando una vez más “Song 2”, que por si no lo sabíais es un truñaco — Manolo García.
Radiohead – OK Computer (1997)
La maravilla musical de los 90. Un álbum anticipado a su tiempo, considerado por la crítica como una obra maestra del rock alternativo. Y no se equivocan. Tras el buen sabor de boca que dejaba el grupo de Oxford con un anecdótico “The Bends” en 1995, Radiohead aprovecharía su propio rebufo para sacar un disco al poco tiempo. Un disco inesperado, sorprendente en cada una de las piezas que lo componen. Así, la lastimosa y pausada de Thom Yorke guía, a modo de discurso, por los peligros que acechan en la carretera con “Airbag”, duras críticas a la sociedad en la gran “Paranoid Android”, experiencias alienígenas de “Subterranean Homesick Alien” (como tributo a Dylan), supervivientes de un accidente aéreo, etc. Incrustados en siniestras y complejas melodías a piano, guitarra y un gran uso de diferentes sintetizadores para darles un efecto que sólo Radiohead podría conseguir. No en vano está considerado uno de los mejores grupos de la actualidad — Nacho del Río.
Muse – Origin of Symmetry (2001)
Elegir el mejor disco de un grupo como Muse es muy complicado, puesto que la evolución del grupo en la búsqueda de nuevos sonidos ha sido resuelta con asombrosas obras musicales muy diferentes entre sí. Sin embargo, Origin of Symmetry ha sido, sin duda, el disco que lanzó al grupo británico a llenar estadios y a irrumpir de forma violenta en corazones ansiosos de un ruido muy peculiar, convertido en rock alternativo. Y es que solo un genio como Matt Bellamy podría mezclar las melodías más hermosas de compositores clásicos como Rachmaninov o Tchaikovsky, con estridentes y veloces riffs reconocidos al instante, convertidos ya en auténticos himnos –como “Plug in Baby”– pianos llenos de cólera en “Space Dementia”, una lastimera voz similar a la de Thom Yorke y el perfecto ritmo acompasado que siguen Dom Howard a la batería y Chris Wolstenholme en el bajo, teclados y coros dan lugar a otras piezas maestras del trabajo como “Megalomania”. Si el Showbiz fue un puñetazo en la mesa por la puesta en escena de un grupo prometedor, Origin of Symmetry es una auténtica bomba llena de potencia musical— Nacho del Río.
Incubus – Morning View (2001)
El Morning View simboliza una enmienda a la totalidad de Incubus, un grupo más caracterizado por los bandazos y la inestabilidad que por contar con un estilo definido. El cuarto álbum de los americanos se opone frontalmente a la irregularidad del “A Crow Left of the Murder”, la atractiva dispersión del “Light Grenades” y la fumada monumental de “S.C.I.E.N.C.E.”. Sólo su último trabajo, “If Now Not, When?”, le sigue de cerca. Y es que el mar que baña la portada es el perfecto y fiel reflejo de lo que se esconde en el interior: trece canciones que te conducen a la más absoluta de las tranquilidades gracias a perlas como “Aqueous Transmission”, “Are You In?” o “Warning”, probablemente la mejor del álbum — Manolo García.
The Strokes – Room On Fire (2003)
Resulta injusto que el Is This It, considerado por no pocas revistas especializadas como el mejor álbum de la pasada década por haber liderado el renacimiento del garage rock, haya eclipsado de tal manera el resto de discos de los Strokes. Room on Fire, con sus carencias, muestra un repertorio muchísimo más rico y variado que su redondo –todo hay que decirlo– predecesor y ratifica a los americanos como un grupo de culto. Y resulta igualmente injusto, en un arrebato de poserismo descontrolado, reducirlo todo a “Reptilia” –cuánto daño ha hecho el Guitar Hero– cuando difícilmente se puede empezar de una manera tan magistral –“What Ever Happened?”–, continuar con la energía y el hastío que desprende “You Talk Way Too Much” y rematar con el single “12:51”. Lo mejor de los Strokes junto con el First Impressions of Earth. Del Angles mejor hablamos otro día — Manolo García.
Death Cab For Cutie – Transatlanticism (2003)
El mejor indie pop de la década vino de la mano de este fabuloso trabajo compuesto por este risueño grupo procedente de Washington. Unas guitarras manteniendo la inquebrantable tranquilidad de sus riffs, bases electrónicas sencillas y la dulce voz Ben Gibbard forman piezas de enorme calidad instrumental y lírica, en un excelente contraste entre composiciones alegres y apenadas letras y viceversa. Las tristes pero bien trabajadas melodías de “A Lack of Color” o “Transatlanticism”, el golpe a las guitarras sucias y a la distorsión con “Expo ’86”, o los pegadizos coros que alegran “The Sound Of Settling” son la prueba del gran talento musical que demostraron los estadounidenses con esta producción — Nacho del Río.
Modest Mouse – Good News for People Who Love Bad News (2004)
Un trabajo muy respetable que daría lugar a un gran número de seguidores espontáneos para la banda, convirtiéndose en un producto musical de vital importancia en la escena alternativa de la década. A partir del exitoso single “Float On”, se puede destacar la original diversidad de estilos –con espacio para las peculiares melodías de cello, mellotron y banjo– que se adhieren a sencillas e inspiradoras melodías de un rock con carácter experimental (“Bukowski”). A estos elementos se le une la curiosa expresión vocal desentonada, casi inadecuada, de Isaac Brock en temas como la rápida “The View”, dando como resultado una original forma de expresión musical dentro de un novedoso indie rock — Nacho del Río.
The Killers – Hot Fuss (2004)
Poco se puede decir del Hot Fuss que ya no se sepa. Un álbum brillante de cabo a rabo que catapultó a The Killers al punto más alto de la fama pero que, con el tiempo, no está haciendo sino tornar la línea ascendente en parábola y dar más velocidad a la onerosa caída. Ni el reciente Battle Born ni Day & Age de hace la friolera de cinco años –el de “Human”, sí– han podido aproximarse al nivel ofrecido por “Smile Like You Mean It”, “All These Things That I’ve Done” o la mismísima “Glamorous Indie Rock and Roll”, incluida en uno de los múltiples box sets. Una mezcla explosiva de voz potente, guitarras estridentes y retoques electrónicos que redondean el mejor trabajo del cuarteto americano — Manolo García.
Micah P. Hinson – Micah P. Hinson and the Gospel of Progress (2004)
Sin duda, una de las joyas de la lista. Brillantes instrumentales con uso mayoritario de piano, violines y algún que otro sintetizador acompañan a una guitarra acústica apasionada y con acordes muy sensibles. Sin embargo, esta gran combinación de elementos sonoros solo sirven de trasfondo para dar paso a la asombrosa voz de un joven Micah –tenía 23 años cuando grabó el disco–, ronca, profunda y triste, conformando una orgía musical de lentas baladas con raíces del más puro folk country norteamericano. A destacar quedan sus letras, duras, críticas y oscuras. No es de extrañar si se hace un repaso a la agitada vida que tuvo el cantautor, basada en amores prohibidos, adicción a las drogas y, en definitiva, la destrucción interior. Quizás los elementos necesarios para producir maravillas musicales como “Beneath the Rose”, “You Lost Sight on Me” o “The Day Texas Sank to the Bottom of the Sea” — Nacho del Río.
Coldplay – X&Y (2005)
Coldplay se aseguraba el éxito en un disco muy poco arriesgado, más destinado a la aceptación de un público muy diverso -con una composición similar a su anterior trabajo- que a la exposición del gran potencial que aún podían demostrar. Lo cierto es que la estrategia les funcionó muy bien, pues el álbum fue calificado como uno de sus mejores trabajos, viéndose en su nuevo estilo “Speed of Sound”. Influenciado por propulsores de la música electrónica de los años 70 como David Bowie o Brian Eno en “Talk”, consiguen publicar un disco muy melodioso y tranquilo. El gran uso de los coros, guiados por la ceremoniosa voz de Chris Martin y el excelente acompañamiento de piezas instrumentales de carácter generalmente épico -como el final de “Fix You”- brindan un producto a gusto de todos — Nacho del Río.
Arctic Monkeys – Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not (2006)
No hagas caso a opiniones contrarias. Éste es, sin duda, el mejor disco de los Monos del Ártico. ¿Las razones? Entre la antigua y la nueva industria musical, el debut de los Arctic Monkeys con este álbum produjo un renacimiento del indie rock británico en su máxima esencia, convirtiéndose en uno de los álbumes más vendidos en toda la historia de Reino Unido. Los originales riffs de Jamie Cook (“A Certain Romance”), las potentes y complejas melodías del por entonces bajista Andy Nicholson (“Dancing Shoes”) y el veloz ritmo en todas las composiciones del baterista Matt Helders (“The View from the Afternoon”) componían una refrescante combinación musical rockera por su publicación, en 2006. Junto a éstos, las descaradas letras de un joven Alex Turner sobre situaciones tan simples como la vida cotidiana impregnan el disco de un rock alternativo bastante alejado de lo que se había escuchado hasta entonces. Demasiada brillantez hasta para los miembros del grupo — Nacho del Río.
Beirut – The Gulag Orkestar (2006)
Un intenso viaje de Zach Condon por las capitales europeas dio lugar a una de las producciones musicales más brillantes hasta la fecha del llamado indie folk, aclamado por la crítica como uno de los mejores álbumes de 2006. A un ritmo procesional muy llamativo y original, el joven músico de Nuevo México consigue sumergirnos en clásicas melodías balcánicas con una fuerte influencia de la música tradicional de la Europa del este. Con la colaboración esencial de los integrantes de “A Hawk and a Hacksaw” Jeremy Barnes y Heather Trost, dinámicos violines y alegres acordeones hacen gala de la calidad sonora del disco en canciones como “The Bunker” o “Bratislava”. Por otra parte, destacan los potentes instrumentos de viento, como trompetas y trombones, que rompen en una hermosa y festiva melodía como ‘Carousels’. Y, por supuesto, la peculiar y grave voz de Zach Condon que, junto a su inseparable ukelele, forman la quizás mejor pieza del álbum: “Postcards from Italy” — Nacho del Río.
Biffy Clyro – Puzzle (2007)
MGMT – Oracular Spectacular (2007)
El primer trabajo de este dúo –sí, son sólo dos– americano es indudablemente uno de los más prometedores debuts del nuevo milenio. Oracular Spectacular va mucho más allá de “Kids” o “Time to Pretend”, himnos al optimismo, por decir algo, repetidos hasta la saciedad en radios, discotecas y fiestas de cumpleaños. Sobre todo en cumpleaños. La magistral progresión que describe “The Handshake” o la madurez experimental exhibida en “Of Moons, Bird & Monsters” son solo algunos de los ejemplos por los que este grupo, que se ha superado formalmente en su segundo LP (escúchese “Siberian Breaks”) y se está haciendo de rogar antes de sacar el tercero, merece algo más que ser recordado por dos canciones — Manolo García.
The Last Shadow Puppets – The Age of the Understatement (2008)
La mayoría de los artistas que deciden liberarse de las restricciones que implican el trabajo en grupo suele sorprender a sus fieles con trabajos plenamente experimentales con éxito pobre tanto en la crítica como en el bolsillo. A la vista están los casos de Julian Casablancas de los Strokes, Thom Yorke de Radiohead o Brandon Flowers de The Killers, entre otros. Sin embargo, la fusión entre Alex Turner, líder de los Arctic Monkeys, y el promiscuo Miles Kane tiene como resultado un completo discazo. Con un ligero toque de folk y una orgía de instrumentos, el dúo nos sumerge en la melancolía de “Standing Next to Me”, la ciénaga de “Sequels” y la agonía de “Separate and Ever Deadly”. Posiblemente el único proyecto paralelo con argumentos suficientes para competir con el original — Manolo García.
Fleet Foxes – Fleet Foxes (2008)
Pocos grupos tienen la capacidad de brotar con un estilo tan definido como los Fleet Foxes, que dieron un puñetazo en la mesa con el álbum homónimo y sentaron las bases del indie folk que tantos tratan hoy en día de imitar. Flautas, guitarras acústicas y coros de corte clásico se combinan a la perfección en un disco repleto de melodías bucólicas que sumergen al oyente en el onírico mundo de Brueghel el Viejo. Por eso la elección de Los proverbios flamencos como imagen de portada. “Cuando lo miras de cerca ves que están pasando un montón de cosas raras, como tíos cagando monedas en el río, gente ardiendo o una especie de árbol sentado con un perro. Me encanta”, explica el vocalista. Y como se sabe, no hay que ponerle peros a la prosa. Más allá de “Mykonos”, el Fleet Foxes despunta en la intimista “Heard Them Stirring”, la insurrecta “Drops in River” o la contundente “He Doesn’t Know Why” — Manolo García.
Kasabian – West Ryder Pauper Lunatic Asylum (2009)
Si hay algo que diferencie este disco a los otros publicados por Kasabian es que el álbum no acaba una vez escuchados los singles. Así, a las animadas “Underdog”, “Where Did All the Love Go?” o “Fire” se les suman otras piezas de igual o mejor nivel que las anteriores, sin bajar en ningún momento el listón. A tener en cuenta, el acompasado folk agridulce de “Thick As Thieves” a partir de un brillante ritmo de blues y el excelente trabajo de producción realizado por Dan The Automator en “Vlad the Impaler” componen el trabajo más completo y original de los de Leicester hasta el momento. No es de extrañar si se tiene en cuenta el apoyo clave de Noel Gallagher y una clara influencia de los mejores Primal Scream — Nacho del Río.
Arctic Monkeys – Humbug (2009)
Sin duda el mejor disco de los de Sheffield y posiblemente uno de los más perfectos de la historia, si bien sus números dicen lo contrario. Lejos de los ritmos saltarines del inmejorable álbum debut y los pegadizos riffs del Favourite Worst Nightmare, los Arctic se sumergen en la oscuridad de la mano de Josh Homme –líder de Queens of the Stone Age, entre otros– y sacan a relucir un CD repleto de coros distorsionados, guitarras sucias y acordes atropellados. La fórmula del in crescendo se repite sucesivamente en “My Propeller”, “Fire and the Thud”, “Dance Little Liar” y “The Jeweller’s Hands” con resultados espectaculares, sin olvidar otra de sus obras maestras: “Crying Lightning”. Un disco para enmarcar — Manolo García.
Mumford & Sons – Sigh No More (2009)
El primer disco no sólo les valió para darse a conocer a lo largo y ancho del globo, sino que ha señalado a Mumford & Sons como una de las bandas más prometedoras del panorama folk-rock internacional, lo cual no es excesivamente difícil dada la escasa pericia de los principales contendientes –salvando a los Fleet Foxes, Beirut y The Decemberists–. Sin ser un álbum espectacular, Sigh No More deja entrever una serie de trazos que los llaman a hacer grandes cosas en el futuro, como se puede comprobar en la aventura de “Little Lion Man” o la emotiva escalada de “White Blank Page”. Si algo se le puede reprochar a este grupo, además de la simpleza en las letras, es la fórmula empleada con Babel, su segundo trabajo, un disco que no supone un paso atrás en su carrera pero tampoco uno al frente porque los ha dejado exactamente donde estaban — Manolo García.
Kaiser Chiefs – The Future Is Medieval (2011)
Por primera vez tras seis años viviendo de la guasa, los Kaiser Chiefs dejan el humor a un lado y reflejan una madurez nunca vista en anteriores álbumes, en los que resultaba demasiado habitual un destrozo por cada dos canciones, justificado únicamente por la necesidad –o el vício– de hacer reír. Aunque se dejen versos para la posteridad como “Sentí cómo se me rompía el corazón / pero fue sólo un esguince”, entre otros, el esfuerzo empleado en encontrar un sonido más puro y original queda refrendado con el salto de calidad que supone su cuarto álbum. A pesar de que no haya gozado de buena acogida entre sus fans, la crítica coincide en que éste es, sin duda, el camino a seguir para los caciques del emperador, como se puede comprobar en temas como la divertida “Heard It Break”, la eléctrica “Little Shocks” o la voluble “Man On Mars” — Manolo García.
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