¿Quieres irte de Erasmus? ¿Has hecho la prueba de idioma pero aún estás indeciso? A ver si mi experiencia te saca de dudas
Todo comenzó una calurosa noche de octubre (sí, aquí en el sur eso pasa). Me encontraba absorta en mis pensamientos (estilosa forma de decir que no podía dormir y me replanteaba mi existencia) cuando, como le ocurre a toda persona que acaba de encontrarse soltera después de años, se me ocurrió una genialidad: irme de Erasmus y allí acabar mi carrera. En aquel entonces yo era una ingenua, inexperta e inocente estudiante que comenzaba sus primeros pasos en ese curso “nada estresante” llamado quinto de Medicina.
Para quien no tenga el placer de conocerme me presento, me llamo Sara y actualmente me encuentro como inmigrante en Caen (región de la Baja Normandía), Francia; ese país en el que es obligatorio pasar un análisis de sangre y otro de orina (además de la correspondiente prueba de idiomas y la valoración de la nota media de tu expediente) si quieres cursar allí tu año Erasmus.
A la comprobación de ausencia de sustancias dopantes en las analíticas, le siguieron meses de papeleo, en su mayoría entregados “in extremis”; proceso durante el cual reina el caos, la anarquía y el desconocimiento absoluto de por dónde van a ir los tiros. En cuanto al curso, lo dedicas a estudiar lo justo y a fantasear más de lo debido. Podríamos decir que te pasas un año entero planeando la Erasmus, soñando despierto e imaginando un mundo lleno de cervezas frías y franceses buenorros por doquier (en mi caso particular, claro). Tanto es así que sin darte cuenta habrás llegado a la semana previa al grandioso viaje, que según los que ya lo han emprendido te cambiará de por vida, en un abrir y cerrar de ojos.
Yo podría haber hecho mejor las cosas, así que aprendan de mis errores: Pude haber buscado un alojamiento mejor que el que me ofrecían, pude haberme molestado en conocer la ciudad en la que iba a vivir, en buscar a gente que viviera o viniera de Erasmus al mismo destino. Y sobre todo, me pude haber tomado la molestia de aprender/practicar un mínimo el francés en lugar de zarpar hacia tierras desconocidas casi virgen (en lo referente al idioma, claro).
Pero luego llega ese día y nada de eso importa, te vas y punto. Con algunas lagunas (bueno, muchas) rondando por la cabeza después de haberlo preparado todo tú solita: el papeleo, la residencia, tus contactos con la universidad de destino y todas tus pertenencias empaquetadas sin exceder el máximo de 20 kilos (jodidos vuelos ‘Low Cost’). Partes con la incertidumbre de si te convalidan o no todas las asignaturas incluidas en tu acuerdo académico (puesto que nadie te ofrece un 100% de seguridad), sin saber si algún día verás algo del dinero que supuestamente te corresponde, sin un acuerdo financiero firmado, nada de nada de nada. Y es que, si quieres irte de Erasmus en la UMA tiene que gustarte en primer lugar la aventura y, en segundo lugar, el (siempre presente) factor sorpresa pudiendo éstas ser más o menos agradables.
Dicen que la Erasmus es “Sexo, drogas y rock&roll”, “la mejor experiencia de tu vida”, “desfase”, “viajes”, rencontrar gente más o menos afín a ti, expandir tus horizontes, crecer como persona… Curioso es que nadie hable de una nueva y única experiencia académica, de un año dado al conocimiento y a la ilustración, de un complemento esencial a la sabiduría, u otras frases por el estilo.
Yo me encuentro aún a medio camino de esto así que considero que es aún un poco pronto para aventurarme a confirmar o desmentir estos grandes mitos entorno a la famosa beca Erasmus. Mucho me temo que habrá que esperar a que esto acabe para hacer un balance final.
¿Erasmus? Sí, gracias,Acerca de Sara I. Gironda
Ex-Pelirroja proyecto de médico. Ciclotímica en sus ratos libres. [M0ving on to better things] ☮
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