La Taberna Global tiene un don innato para situarse al lado de la noticia en los mítines. No al lado de Rajoy -más quisiéramos- sino al lado de la otra noticia, al lado de otros protagonistas que suelen pasar desapercibidos pero que también tienen algo que contar.
La estructura del mitin, principal arma electoral de nuestro sistema, es completamente vertical. El dirigente del partido se sitúa en el centro de todas las miradas y los focos, convirtiéndose en el único y absoluto protagonista de los asistentes y los medios de comunicación. Sin embargo, a veces, el guión da un giro inesperado y las votantes súbditos ciudadanos personas ocupan, por sólo unos instantes, el interés y la noticiabilidad. Y se convierten en los personajes principales de historias alternativas.
El pasado martes 8 el pabellón deportivo de la UMA estaba a rebosar para recibir al candidato a la presidencia por parte del PP, Mariano Rajoy. El público estaba contento, tranquilo, satisfecho, se sentía respaldado por las encuestas. Todo eran risas, pero una votante súbdita ciudadana persona se revolvía en su asiento, inquieta. Se levantaba, se sentaba, agitaba la bandera azul con insistencia. Cuando empezó a hablar el dirigente popular, sintió que era su momento y gritó. “¿Qué pasa con los discapacitados?”. Los de alrededor se miraban entre ellos, evidentemente inquietos por la ruptura del statu quo. La vergüenza ajena es definida por la Sociología por el sentimiento que surge cuando alguien no representa bien su papel. El papel de esa mujer era escuchar, callar y tragar, y a todas luces aquella transgresora estaba rompiendo los límites.
Pero ella, a su vez, era también ajena a la incomodidad y siguió insistiendo. “Y con los discapacitados, ¿qué?”. Levantada de su asiento y levantada del sofá, impedía ver a los señores sentados detrás, que la increpaban con alevosía. “Que te calles ya”. Sin sentirse aludida y con el objetivo fijado, se marchó hacia las primeras filas del mitin. Las señoras sentadas a su lado cuchicheaban con una mezcla de exasperación y lástima. “Es discapacitada”, decían. “Y su hijo lo está pasando mal”. La mujer volvió a gritar, esta vez bien colocada para ser oída. Y Rajoy, en un gesto insólito, la escuchó.
Durante unos segundos, el pabellón se quedó en silencio, avergonzado por el cambio de rol. La mujer expuso que los inmigrantes le quitan el aparcamiento reservado a epilépticos. “Tiene razón”, concedió Rajoy. “Es un problema y vamos a trabajar en ello”. El público aplaudió con vehemencia, entusiasmado por el buen corazón de su líder. Y Mariano sonrió, pero como ya sabrán, hay muchos tipos de sonrisas: sonrisas irónicas, sonrisas de felicidad, y sonrisas de lástima. Miró a uno de sus colaboradores como diciendo: “pobrecita”, porque la misericordia sólo puede ejercerla el superior.
Otros, en vez de transgredir con su voz, prefieren recurrir a símbolos. El PSOE apuraba sus últimos cartuchos el pasado 16 de Noviembre en el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga, recurriendo a los valores implícitos en el socialismo para despertar a los votantes súbditos ciudadanos personas. Pero una cosa es movilizar a la izquierda y otra es pasarse. Un asistente al mitin portaba una bandera republicana en la primera fila de la grada de atrás, esa que se ve desenfocada cuando los telediarios hacen eco de las trompetas del circo. El joven no sabía que hacer con la bandera. La sostenía con su puño cerrado, la abría, la cerraba, o se la pasaba a su pareja, que la convertía en improvisado pareo. Un socialista de organización se acercó al chico y, de buenas maneras, le pidió que ocultara esa bandera. “Luego lo sacan en la tele y damos una imagen equivocada”, argumentó. La imagen por encima de la libertad, la imagen por encima de las ideas, la imagen por encima de todo.
El republicano aceptó la solicitud de la organización y se limitó a portar la bandera, sin ondearla ni hacer alarde. Pero mal que le pese al socialismo, no existe univocidad en sus filas. Otro encargado se acercó al chico y le preguntó por qué había ocultado su bandera. Cuando se enteró del afán censor de su compañero, se refirió a él como “valiente gilipollas”. Son temas difíciles donde se pone en una balanza la libre expresión, los valores de izquierda, y el poder de una opinión pública capaz de generalizar con un plano, acostumbrada al discurso único de las instituciones.
La retórica política está, por definición, alejada de los votantes: la mayor lacra de la democracia, esa sensación de aislamiento de los representantes públicos. Sin embargo, si evitamos caer en la trampa y miramos alrededor, podemos encontrar otras historias, personales, íntimas, que a fin de cuentas son las que construyen y modifican la Historia con mayúsculas. Historias alternativas que rompen la verticalidad y nos hacen recobrar la esperanza en una sociedad donde otros puntos de vista enriquezcan y aumenten la comunicación y, a fin de cuentas, la democracia.
Puedes ver el vídeo de la interrupción a Rajoy aquí. Es un vídeo casero, ya que parece que los medios no se molestaron en enfocar a la señora.
Acerca de Javi Skan
Anarcosindicalista. Igualdad, fraternidad y socialismo. Me duele la cara de ser tan GRAPO. ¡Venceremos! No, es broma. Dirijo este medio mientras hago como que me intereso en mi último año de Periodismo en la UMA. Vuestras opiniones me parecen una mierda.