Querido Alfredo:
Sé que no me conoces. Yo tampoco te conozco, aunque hubo un tiempo en el que creía hacerlo. Quizá es que soy demasiado joven aún. Cuando te vi por primera vez estabas tan guapo, Alfredo. No podías ocultar la sonrisa al comparecer en rueda de prensa anunciando por enésima vez la detención de alguna cúpula etarra, el descubrimiento de algún zulo con pistolas con las que aquellos cobardes dinamitaban nuestra democracia. Yo me acuerdo de aquellos tiempos felices. Aunque luego dieras argumentos a tus contrincantes para ocultar tu labor. Qué feo pinta eso del Faisán, compañero. El tiempo te ha demostrado que no son necesarios juegos para que ganen los buenos.
Permíteme que te tutee, Alfredo. Espero que no te moleste, ahora que procuras ser fotografiado con tu coche utilitario y traes a la prensa a tu casa, donde insistes en hablar de tus gustos, de tus aficiones, ahora que la imagen empieza a contar tras años a la fresca sombra del poder. Quieres convencernos de que eres un ciudadano más. Pero el cambio se acerca y cuando conduzcas a tu partido a la más dolorosa derrota de su historia, seguirás diciendo aquello de “que no paguen la crisis los más desfavorecidos” desde tu cómodo escaño, consciente, porque eres consciente, de la reforma laboral, del aumento de la edad de jubilación, de la congelación de las pensiones. Y ejerces de líder cuando, amigo, yo no te he votado. Pretendes que olvidemos y el apuro, la miseria e incluso el hambre no se olvidan. Y mira que hay cosas que nos hacen olvidar, Alfredo, no me jodas. Tenemos el circo, pero nos falta el pan.
Querido Alfredo, está chunga la cosa. Mariano se ve en la Moncloa con sólo prometer lo que tú nos has quitado. Y tienes que entenderles. La desaceleración -¿te acuerdas?- les ahoga y sólo quieren sentir que la política, una vez cada cuatro años, es de verdad. Podrías hacerles ver que habéis cometido errores, y de bulto, en vuestra gestión. Podrías convencerles de que se trata de una crisis global, que los mercados os tenían amordazados, pero ya es demasiado tarde. Coqueteas con los burócratas europeos, modificas la Constitución en un burdo intento de seducirlos, y tu romance de medio pelo no pasa desapercibido para tu otra novieta de trámite, el movimiento de los indignados. Crees que realizando cuatro promesas inconexas ocultarás tu insidiosa complicidad con una clase política podrida, acomodada, mentirosa, corrupta, demagógica, inmoral y perezosa. Pero aunque algunos quieran hacer creer lo contrario, gritamos fuerte. Y también gritamos contra ti.
Analizas la situación fríamente, como siempre, y sabes que tus argumentos se rompen por el peso de la hemeroteca. Hasta tu aduladora prensa te escupe las cifras a la cara. Pero has decidido jugar tu última carta: el miedo. Los sentimientos, la irracionalidad de tu electorado, puede salvarte el culo si los azuzas con la dosis justa de propaganda. Y el terror a la derecha se convierte en tu bandera. Pronuncias la palabra “recortes” controlando los ritmos, haciendo ver que cuando Mariano conquiste la presidencia convertirá nuestro país en un infierno de austeridad y privatización. Pero si un poco más y registras la patente de la tijera en 2008, Alfredo, no somos imbéciles. Conviertes a los ricos en el enemigo público número 1 emitiendo un vídeo que roza el límite de la desvergüenza, acudiendo a tópicos repugnantes y pretendiendo romper aún más a una sociedad bipolar desde Primo de Rivera. Y lo que es peor: sabes que algunos fieles te reirán las gracias porque realmente creen que los niños que tienen la suerte de pertenecer a una escuela privada son tan prepotentes como tú los quieres pintar, tachando con una generalización impropia de tu capacidad. Hay millones de personas que por principios no votarán a la derecha y tu papel es poner a funcionar la máquina del Estado en un ejercicio de amnesia colectiva y punzadas en los puntos débiles de un pueblo cansado de pagar con la irresponsabilidad de gobernantes amparados por ti y los vuestros. Amparados por un eslogan, “pelea por lo que quieres”, que llama descaradamente a la confrontación.
Soy muy joven, Alfredo. Cegado por demasiados lastres e incapaz de establecer causas y consecuencias profundas. Pero pienso lo suficiente como para no caer en las mentiras más descarnadas de un sistema capaz de recurrir a surrealistas técnicas de manipulación para alcanzar sus objetivos. Intento pensar dentro de mis limitaciones. Intento cuestionar, y eso molesta. Intento cuestionar y cuestiono tu capacidad para ofrecer una salida a la dramática situación económica, cuestiono tus argumentos para justificar una gestión de la que formaste parte, cuestiono tu llamamiento al odio, al simplismo y a la demagogia para despertar a los votantes.
Saluda de mi parte a Jose Luis, por favor. Dile que sigue siendo mi presidente y que bueno, yo me sigo acordando de la Ley de Matrimonio Homosexual. Ya sé que no soy nadie, Alfredo. Pero me quedan escasas semanas para tener influencia directa en tu futuro inmediato, para sentir el efímero poder de la urna. Quizá entonces, Alfredo, sepas quiénes somos nosotros.
Atentamente,
Javier Martínez
Director de La Taberna Global
Acerca de Javi Skan
Anarcosindicalista. Igualdad, fraternidad y socialismo. Me duele la cara de ser tan GRAPO. ¡Venceremos! No, es broma. Dirijo este medio mientras hago como que me intereso en mi último año de Periodismo en la UMA. Vuestras opiniones me parecen una mierda.