Partido Popular F.C.

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El mitin como recurso electoral es un atentado al pensamiento crítico que debería reinar en el ciudadano a la hora de elegir cuáles serán sus representantes. Aunque es indudable su eficacia a la hora de adoctrinar.
Jueves. Aproximadamente las 6 de la tarde. Palacio de Ferias y Congresos de Malaga. Ana Mato, vicesecretaria general del Partido Popular, alentaba a sus votantes diciendo que su partido apoyará y protegerá el estado de las Autonomias.

¡Arenas presidente! ¡Arenas presidente!

Los asistentes al evento aplaudían a rabiar, mojando la silla en el decimosexto orgasmo colectivo de la jornada. Unos minutos mas tarde el presidente de honor, el famoso y desbigotado Jose Maria Aznar, hacia alusion a las autonomías como “17 mini-estados” a los que habría que quitar competencias. Éxtasis colectivo. Las Nuevas Generaciones parecían querer echarse a llorar de un momento a otro. Las señoras agitaban los pañuelos emocionadas ante las miradas suspicaces de sus maridos. Sólo faltaba el señor de la entrada paseando su puesto de souvenirs, gritando “mecheros de Cospedal, cinco eeeeeeeeeuros, oiga”. Y entre el jolgorio, dos cuasi-periodistas, sentados en la escalera de entrada, mirándose entre divertidos y asqueados y siendo el centro de atención al no participar en aquella fiesta salvaje de pensamiento crítico y reflexión.

Probablemente el mayor lastre de la democracia y el espectáculo más dantesco del sistema sea el mitin. Miles de personas que renuncian a sus valores, a sus ideas, se apegan a una corriente de opinion contradictoria y parcial, como es por definicion el discurso político. Todos iguales, la misma camisa, el mismo puro en la entrada, sin debate, sin cuestionamiento. Cuando la discusión pública es el mejor método para avanzar como sociedad. Y venga a aplaudir. El político aumenta un poco el tono de voz y sabe que, diga lo que diga, conseguirá la aprobación. Y como vayas contracorriente, los cuchicheos a tu alrededor están asegurados.

Partiendo de la premisa de que el partido político para sobrevivir como tal necesita votos, es sencillamente imposible que la realidad como tal, sin condicionantes, esté reflejada en el discurso de un representante popular. Es obvio que se ven obligados a ocultar una parte de la verdad, porque si por sencilla honradez se vieran obligados a reconocer los aciertos del contrario, el apoyo popular se les escaparía de las manos. Sabiendo de antemano cómo se juega a la democracia, el ciudadano crítico casi suplica a sus políticos que, ya que su profesión les impide expresar lo que piensan, por lo menos no utilicen como arma la mentira directa. Pero por cada individuo que tiene presente este sencillo silogismo, por cada individuo que se siente incapaz de aplaudir, miles de personas se aferran a la camisa de rayas, el pelo engominado y el no pensar que tal vez, sólo tal vez, otras perspectivas sobre la situación enriquecerían su opinión personal.

El voto es nuestra única herramienta. Pero la gente lee El Mundo como si leyera Marca. Si no fuera totalmente contradictorio con mi tesis, propondría un decreto-ley por el cual se obligara a cada asistente a un mitin a tomar notas o, como mínimo, a no ceder el raciocinio. Que oiga, con ceder la cuenta de Twitter ya tenemos bastante. Pero… ¿cómo vamos a exigir una clase política en condiciones si el auditorio del Palacio de Ferias se llena de gente dispuesta a tragar hasta las arcadas?  ¿Cómo vamos a exigir, si Cospedal hace el quinto chiste sobre gasolineras de la mañana y todos ríen como si Camps no fuera asiduo a las sastrerías? Sólo nos queda intentar mantenernos cuerdos, rodear las rodillas con los brazos y con un ligero balanceo del cuerpo, recordar las razones para no quemar el Congreso de los Diputados. Sólo nos queda reír y utilizar la sátira como azote, esbozando una sonrisa resignada ante la putrefacción del sistema democrático. Sólo me queda, al escuchar a Aznar, mirar a Aguiar y que me devuelva la expresión irónica, jugándome la integridad ante un señor con un pin de una gaviota que me descuartiza con la mirada. Sólo nos queda la palabra para concienciar al menos a una persona que deje de aplaudir en los mítines.

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Acerca de Javi Skan

Anarcosindicalista. Igualdad, fraternidad y socialismo. Me duele la cara de ser tan GRAPO. ¡Venceremos! No, es broma. Dirijo este medio mientras hago como que me intereso en mi último año de Periodismo en la UMA. Vuestras opiniones me parecen una mierda.

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